viernes, 20 de mayo de 2016

Dibujos de Albacete

    Después de una temporada más que complicada en la que he pintado pocas acuarelas, últimamente las circunstancias han hecho que casi todo se hiciera en cuadernos, de viaje en Almería, Murcia, Úbeda y Baeza, Madrid, Elche, Alicante o Benidorm. He recuperado la inmediatez de una pluma estilográfica y unas pocas pastillas de acuarela para hacer dibujos y poder llevar encima todos los aparejos.
     Estos dibujos son de Albacete, mi ciudad, que tengo abandonada. A diferencia de otros pueblos, villas y ciudades de una de las provincias más extensas, variadas y hermosas de España, no es Albacete, su capital, una ciudad monumental, para mi pesar, pues es joven para los estándares europeos, y nada anterior al siglo XVI sigue en ella en pie. Si escarbáramos, —si escarbásemos aún más—, encontraríamos restos iberos, romanos o árabes y también agua, porque vivimos sobre un lago subterráneo, aunque ya sobreexplotado, que inunda los cimientos si se ahonda mucho. Antes los niños al hacer un gua para jugar a las bolas encontraban agua, cerámica ibérica o una losa del Camino de Aníbal. En Roma encuentran un anfiteatro, apunta mi amigo José Javier, que es arqueólogo. A cada uno lo suyo.
    Por eso, muchos nativos, al viajar, nos portamos como si fuésemos de Illinois, boquiabiertos y admirados ante las piedras antiguas bien colocadas, sin esa vacuna que capa la capacidad de asombro y disfrute de quien desde su ventana ve cada día una catedral gótica o un acueducto romano. En eso somos como niños, en el mejor de los sentidos de la palabra. Úbeda y Baeza pueden resultarnos apabullantes, por poner un ejemplo de los muchos que hay en España.


   Aunque no es que en Albacete se haya arramblado con el pasado arquitectónico en mayor proporción que en otros lugares, la inicial escasez hace más dolorosos esos derrumbes para dejar el solar a mostrencos de hormigón que hieren nuestra vista. Mal común, como la ola de progreso que derribó prácticamente todas las murallas y puertas de las ciudades muradas para los ensanches del XIX y que a nosotros nos ha privado de algúnos palacios, iglesias, conventos o nobles edificios de principios del siglo XX que daban unidad y encanto al centro de Albacete. Algunos quedan, ofendidos por la compañía arquitectónica, pero ahí están.
   Por contra, tenemos muchos árboles, parques y jardines, un aire limpio, hermosas puestas de sol, buen queso, excelentes vinos, y gente con un humor propio de naúfragos y supervivientes a los que nada les fue fácil. Un humor que nos permite reirnos de nosotros mismos y de quienes dicen vivir en territorios históricos, que parece ser que Dios vino a estos desolados páramos, ya bien entrada la historia, a remediar un olvido del día de la creación. Terreno fronterizo y de paso, tal vez el problema es que hayamos tenido historia demás e inversiones de menos, lo que provocó la pérdida de lo mejor del terreno, sus gentes, que tuvieron que emigrar a buscarse la vida, muchas veces siguiendo a sus aguas arrebatadas, para ser mirados con desdén en las regiones cuya prosperidad ayudaron a levantar con sus manos. Una prosperidad ajena muy ligada a nuestra ruina y despoblamiento. Entender más de la bolsa que de la historia lleva a algunos a hablar, sin tener que apuntalarse la cara con recios andamios, de algunas gilipolleces sobre deudas históricas y otras garambainas. A ver si un día tenemos tiempo y vergüenza y echamos cuentas.
    Dejemos sufrir a los que tienen que remontarse siglos para encontrar motivos de orgullo, cuanto más antiguos más ajenos, y admiremos a nuestros antepasados más o menos cercanos que, olvidados y teniendo todo en contra, consiguieron sobrevivir y permitir que aquí estemos ahora nosotros, su prole, gente genéticamente estoica, resistente y tenaz. Nosotros, poniendo patas a sus genes, pululamos hoy en día en busca de una mesa en el bar, donde hidratarnos al sol o a la sombra, según mercado y estación para, de paso, guarecernos de este clima inclemente que remata la suerte para hacernos berroqueños.
   Puestos a hablar de historia, cuando Albacete era una aldea árabe, allá por 1252, el alcalde se llamaba Wahb Alláh y la aldea Al-Basit, el llano. De ahí hemos pasado a Albacete, cuya terminación diminutiva de lugarejo o aldehuela, como sucede a otros lugares de similar nombrecillo, nos ha colocado a sus casi 180.000 habitantes a vivir en un sitio propicio para los chistes fáciles, rimas propias del encefalograma plano de la creación literaria y demás escarnios. Si eso evita que personas así se dejen caer por estos llanos, por bien tengamos el no contar con topónimo más rimbombante, como los 1544 habitantes de Madrigal de las Altas Torres, por poner un caso.
  Como decía fray Gerundio de Campazas, su aldea era pequeña por no haberse sus vecinos propuesto hacerla mayor, que sitio tenían. Aquí ocurre igual, porque sitio tenemos mucho. Y sobre el nombre, no corren tiempos de recuperar el Al-Basit de cuando los almohades, ahora de vuelta, pero con kalashnikov.
   Van pues aquí unos primeros dibujos de Albacete, con estilográfica, a veces plumilla, tintas, acuarelas y tamaño 24x30 cm. en la mayoría de los casos, pues en parte se preparan para mitigar el olvido a mi ciudad en mis cuadernos de dibujo y también con vistas a una posible exposición cuando haya suficientes que se consideren presentables.

viernes, 13 de mayo de 2016

Benidorm en mi cuaderno. Dibujos

    Unos días, pocos, de merecidísimo descanso por Benidorm y alrededores, en plan familiar. Pero siempre con el cuaderno a cuestas. Pocos aparejos, pues esta vez todo va en el bolso. Una sola pluma estilográfica, una Pilot extrafina con tinta indeleble de Platinum. Una cajita con acuarelas de fabricación casera cargada con Rembradnt y Daniel Smith y un pincel Escoda de viaje, de marta kolinsky Tajmyr del número 4. Un pincel increíble. Para su tamaño carga mucha agua, hace líneas finísimas y no necesita uno nada más. Todos los dibujos en un mismo cuaderno, uno de Paper Blanks de la serie Old Leather.
   Aunque ha llovido bastante, como en casi toda España, ha sido más por la noche y quedan días de sol y sombra, con buenas nubes y luz intensa. Incluso ratos para dorarse al lado del mar, en Finestrat, dibujando el paisaje mientras uno se toma una cerveza, o en una cafetería en Benidorm en esa zona atestada de tiendas, guiris, y scooters. Tengo que alquilarme uno para andar por allí sin andar.
   La vegetación brilla, por el sol y por la lluvia, las palmeras como recién sacadas de la tintorería, las flores recién regadas y algunos paraguas que aún dan más color al conjunto. Aunque cuando era más joven no me gustaba Benidorm, he llegado a encontrar encantador este monocultivo de turistas en altura. Hay de todo. Y hay más de un Benidorm, sólo falta buscarlos. Sitios de bulla, tostaderos de turistas color gamba a la plancha, remansos de paz entre palmeras y flores, calas ahora con poca gente, una oferta de hostelería inigualable en variedad y buenos precios, peces, salazones, gambusinos y arroces, soles y sombras, cervezas y cafés, desayunos con huevos y beicon con judías, chinos vendiendo de todo, nórdicos en su punto, vuelta y vuelta, ingleses a medio cocer y civilizar, otros del todo, jóvenes en pleno desmadre, jubilados oreándose, en fin, que tema hay.
   Las paradas para descansar se aprovechan para dibujar. Cortado y dibujo. Si hay tiempo, que lo hay, se da la acuarela allí mismo. En los que se puede se cuña con el sello del establercimiento,. Para ello tiene que haber cuño y establecimiento. Aunque estuvimos un par de veces en El Albir, no he dibujado allí como en otras ocasiones, pues hacía un día algo desapacible y alli hay bastante viento, a la orilla de la playa. Pero el motivo era otra visita casi obligada a un supermercado donde se venden productos internacionales para la abundante colonia extranjera que vive en la zona. A reponer un poco de queso cheddar curado, galletas de canela, mermelada de gengibre y de lima, miel de limón, algún jabón, vino blanco de Jalón, un seco de uva moscatel que me gusta, y algunas otras cosas. Entre ellas, cepillos de dientes Jordan, noruegos, de mango muy fino y cerdas en su punto de tiesas que llevo usando 40 años hasta que dejé de encontrarlos para recuperarlos aquí después de que hasta en El Corte Inglés dejaran de venderlos. Aunque el jabón de verbena, hecho en Marsella, lo compré en Carrefour, una gozada de espuma y aroma. Termino que esto parece una guía de compras.
   Como siempre que hay ocasión y es de jueves a domingo, visita al Cisne, sitio inclasificable pues reúne tiendas de antigüedades, mercadillo, bares, restaurantes, música en vivo y en muerto, hasta cuadro flamenco en que los turitas acaban bailando sevillanas o algo muy parecido, pintas a dos euros y plato de paella a un euro. Por diez euros una jarra de sangría y dos platos de paella y dos cafés. No es de extrañar el éxito. En dos horas me dió tiempo a tomarme dos pintas, un plato de paella, un café y a hacer tres dibujos en el cuaderno, que me cuñaron amabilísimamente.
   Patio que ya he dibujado mil veces, con su ficus, sus buganvillas y jazmines, palmeras, pinos, flores y laa montaña al fondo, casi siempre con alguna  nube en la cima.
   Una calle del Rincón de Loix.

martes, 3 de mayo de 2016

Acuarelas y dibujos


   Aunque principalmente utilizo papeles de Garzapapel, de los que tengo buena provisión, tengo desde hace tiempo otros que no son cosa de deperdiciar. Incluso de reponer cuando se terminen, como el Arches satinado o el de grano fino que va muy bien para muchas cosas. De Fabriano tengo algunas hojas de esas que vienen en bloque pegadas por los bordes, con una textura interesante, algunas de ellas que creo que ya no se fabrican igual.
   Como no puedo evitarlo, en Baeza compré dos tipos de papel de Clairefontaine con un grano muy peculiar, papel que he utilizado en las ñúltimas acuarelas de esta entrada y las anteriores. La verdad es que tienen un grano evidente, textil, muy agradable. Siempre vienen bien las pruebas y catas.
   Ya he contado anteriormente que tengo demasiados cuadernos, tanto en uso como sin estrenar. Eso hace que los dibujos queden un poco desperdigados, ya que casi nunca intento en la salidas hacer cuadernos monográficos de un tema o un lugar. En el último encuentro de Ladrones de Cuadernos y Cuadernos viajeros he visto otra vez algunos de estos cuadernos, dedicados a un tema, bares, bnodegas, barcos, como los de Joshemari Larrañaga, rutas por la zona de Gijón del amigo Oñera, retratos, escenas recogidas en el tren o a viajes por el Loira. Tienen  mucho encanto, además de una unidad que realza cada uno de los dibujos y les da otro valor.
   Recupero algunos dibujos acuarelados, algunos de ellos muy recientes, que se hicieron sobre un hermoso cuaderno de Fabriano, de buen papel y hojas cosidas, que se inició en 2010 y ha estado bastante tiempo descansando en la estantería. Otro de Paper Blanks, que lleva casi un año inactivo, dos o tres cuadernos indios artesanos, con tapas de piel y papel poroso que sólo contienen uno  dos dibujos del día en que se compraron. Uno de Canson algo mayor que lfonso Ruíz me regaló en Baeza y que contiene dibujos de Benidorm y de Elche... Observo que únicamente tengo completo un bloc de Arches, un Journal de papel de grano fino muy apaisasdo. Me propongo pues, centrarme en estos cuadernos a medio que serán los que utiice en las próximas salidas.
   Después de las anteriores acuarelas, se muestran tres dibujos en ese cuaderno de Fabriano, Baeza y Villalgordo del Jucar, en Albacete, un árbol de sus cercanías y unos sauces a la orilla del río en ese momento en que las hojas empiezan a salir, mostradno ese verde tierno que contrasta con la plata del río en un día algo nublado.