sábado, 30 de diciembre de 2017

Fin de año. Flores y paisajes

   Nos despedimos del año con flores. Con pensamientos. Buenos, tranquilos, casi beatíficos. Siempre pinto estas violetas modificadas por estas fechas, porque  en invierno alegran mi ventana y mi balcón, también las calles. Veo a las orquídeas echar nuevas ramas que dentro de un mes o dos empezarán a florecer hasta marzo, incluso más. Cuando estén a punto habrá que pintarlas también.
   Son muy agradecidas de pintar, tanto como de cultivar, poco exigentes y siempre distintas, del blanco al violeta azulado oscuro, pasando por toda la gama de malvas, lavandas, amarillos y vinagres. Voy haciéndoles fotos o me fijo directamente en las de la ventana, aunque ya acaba uno pintándolas de memoria. De todas formas la composición hay que imaginarla, procurando meterse uno en estos ikebanas pictóricos. Es lo más complicado, disponerlas en el papel de una forma equilibrada y armoniosa, algo que no siempre se consigue. Tienen la ventaja de que puedes dejar entre tanto color algunas zonas en blanco, cosa que añade luminosidad y contraste. Luego está el fondo, procurando que sea algo neutro y que no distraiga. Incluso se puede dejar blanco.
   Como siempre hay flores amarillas y naranjas, aunque predominan los tonos violetas, que violetas son estas flores, los fondos azulados y violáceos, complementarios de estos amarillos, también les van bien.

   Luego está el tema de dónde las plantamos. Hay que pintar una maceta, un cacharro de cerámica o una cesta colgante. En estas acuarelas he recurrido a la ciencia de mi admirado Geoffrey Wynne, a sus ejemplos y tutoriales sobre cómo pintar esas cerámicas. Nadie como él. Recomiento ver estos ejemplos, paso a paso y estudiar como consigue esos tonos que, siendo blancos, no lo son, a la manera de Sorolla. Este vídeo es muy recomendable. De ahí salen estos intentos, burdos al lado de lo que él consigue con los cacharros de loza y con el cristal. Un maestro, al que ya he expresado mi agradecimiento por enseñarnos generosamenrte a hacer algo que él ha sabido recrear tan bien. Cuando alguien descubre, aprende o sabe algo, puede optar por callarse, llenar de misterios su arte o, como hacen los grandes, los maestros, contar cómo se puede hacer algo parecido. Sabiendo que pocos lo harán igual que él, eso sí. Desde luego yo no.
   De paso, en dos de ellas he puesto algo de madera como base o como fondo, pues sus texturas y tonos es algo que me gusta pintar. Me falta practicar con materiales como el vidrio o los metales: cobre, bronce, latón, acero... Todo se andará, que nunca falta trabajo que hacer y cosas que aprender.
   Luego, cambiando de tercio y echando mano de archivo, de las fotos de viajes anteriores, nos vamos a Alicante, a Altea o la los cerros de la Sierra del Segura.



   Lo último, desearos un feliz 2018, lleno de salud y prosperidad. Y si puede ser, calma, tranquilidad y pocos sobresaltos.

viernes, 22 de diciembre de 2017

Acuarelas Diciembre 2017 II

   Una acuarela basada en el belén de mi amigo Jesús Cruzado, que sirve para felicitar la Navidad a quienes se pasen por mi blog estos días. Procurando no entrar en demasiado detalle, con tonos cálidos contrastando con esos azules y violáceos de ultramar, lapislázuli y amatista.
   A continuación, echo mano de archivo, de fotos de viajes de este año, que ahora apetece poco salir de casa con estos fríos. Alicante bajo la lluvia, con ese tiovivo del puerto que ya he pintado otras veces, o un paisaje basado en las nubes sobre las llanuras ceranas a Albacete, en el caso de las dos siguientes.


   Torrevieja, también en invierno, con la playa solitaria.
   Y ya nos vamos otra vez a los árboles. Uno de Bienservida, en Albacete, con las texturas de costumbre pero jugando con otros verdes.
   Un paisaje otoñal cerca de Alcaraz. Es una foto de hace muchos años, que he versionado dos o tres veces, intentando recoger esos colores rojizos y verdosos de las montañas y suelos de la zona.
   Y un árbol, en este caso imaginario, intentando variar los colores habituales, en este caso basándonos en un azul índigo de Rembrandt, bastante transparente e intenso. El azul elegido, si se usa en las mezclas de toda la acuarela, tanto en los verdes como en las sombras, hace que toda la gama cambie, dando unos tonos menos cálidos que el ultramar, que tiende a violeta, más rojizo, o el cerúleo, más cercano al verde, tendencia amarilla, pues.

viernes, 15 de diciembre de 2017

Acuarelas Diciembre 2017


   Todas estas acuarelas con Garzapapel, con pigmentos Daniel Smith y algunos de Kremer y, cada vez con más frecuencia, con pinceles chinos. Casi todas con árboles, siempre intentando utilizar los verdes lo menos posible. Cuando se utilizan son Jadeite o Sap Green de Daniel Smith o Esmeralda de Sennelier. Normalmente procurando obtenerlos mezclando el azul que se ha utilizado en cada acuarela. También, pues la cosa es más de pensar que de pintar, recordando que en la naturaleza hay menos verdes de los que pensamos.

   Estas tres primeras salen de fotografías de José Manuel Vilaboa, pasiajes de sus paseos por los bosques gallegos, el Tambre, Vigo, La Coruña... Unas fotos siempre maravillosas, poéticas, algunas veces brumosas, otras con los colores del otoño, pero que inevitablemente dan ganas de pintarlas ya que uno tiene difícil pasear por lugares tan hermosos. Desde aquí le agradezco su generosidad para dejarme inspirarme en ellas. Ya he pintado seis o siete paisajes de sus fotos, que siempre viene bien cambiar de ambiente y lugar.
   De los días que hace poco pasamos en Altea y alrededores, a partir de una foto propia en un día que a la belleza habitual se sumaban unas nubes que realzaban el cielo al amaneer y en la puesta de sol. Unos barcos, tema poco habitual ara mi.
   De que me descuido ya estoy otra vez pintando árboles, la siguiente acuarela por Altea, la siguiente de un rincón del centenario encinar de Alpera, tema inagotable. De los cientos de fotos de este verano.
   Del grupo de facebook de Santiago-Pontones también voy guardando fotos al lado de las que tengo hechas por la zona, que no son pocas. Aunque ahora el Tranco da pena, casi seco, las montañas ñlucen igual que siempre. Una hermosura que hay que visitar. Hace un par de meses estuvimos por allí por última vez, aunque por mayo era por mayo cuando este año y el pasado nos acercamos a Hornos y toda esa zona.
Por último una acuarela semiinventada, árboles en otoño jugando con el color y las sombras.

martes, 5 de diciembre de 2017

ALTEA

   Huyendo de los fríos de Albacete, que se han echado de una, nos vamos para la costa, un recorrido por esa zona de Alicante tan familiar y tan hermosa. Pasando por Alcoy, de Campello a Calpe, con base esta vez en Altea. Muchos dibujos en un cuaderno Art Book de Canson, de 18 x 25, con estilográfica, bic negro o lápiz, acuarelados después si no da tiempo en su sitio, que a veces si da.
   El primero es la iglesia ortodoxa que hay en la zona de Altea Hills. La había visto aparecer en una curva siempre que pasábamos por allí  yendo hacia Calpe. Parece de un cuento de hadas, con las cúpulas como cebollas doradas reluciendo al sol, que es lo primero que sobresale entre los árboles de esas montañas costeras. Esta vez ha tocado por fin dedicarle un dibujo.
   El segundo dibujo es una especie de mapa del trayecto, una vista desde esas montañas llenas de casitas, el mar al fondo y el cielo vestido con nubes y en una ocasión hasta luciendo un arcoiris. No se puede pedir más. El anochecer cuando hay nubes es una pintura, uno de esos cielos que cuando se llevan a un cuadro parecen una exageración de la mano del pintor. Cuando amanece no puedo nunca dejar de recordar a los griegos que bautizaron Hemerospopeion a esta zona cercana a Denia, Ἡμεροσκόπειον, "la que mira a la mañana", primer lugar por donde amanece en la península. En griego todo suena a poesía.

    Las montañas de la costa están cubiertas de casitas, salvo Benidorm, criadero de turistas en altura. Visto desde aquí, desde lo alto y a distancia, se dibuja el skyline de rascacielos en la misma costa, seguramente más plazas hoteleras que en toda Grecia, ciudad con nombre de regusto árabe hoy llena de bares, hoteles, cafés, restaurantes y tiendas, siempre invadidas por guiris saliendo de los supermercados con carros llenos de botellas o sentados a pleno sol como lagartos, patidifusos, las piernas extendidas, dispersas, caras color langosta cocida, vaso en mano y con un relajo cercano a la catalepsia. Sólo resurten sobresaltados cuando recuerdan o les mientan a Cameron, a Farage o a May, a los del tiro en el propio pie del brexit, y se les conoce porque les cambia la cara, maldicen y se dan otro trago, pensando pedir la nacionalidad española, esa a la que los alucinados pares locales de los próceres mentados quieren renunciar. También hay muchos rusos y nórdicos, cosa que se nota en los carteles de comercios e inmobiliarias. Incluso hay españoles, pero menos.
   Dibujo en una calle de Benidorm, hecho dentro del coche, esperando a que abrieran la churrería para tomar un chocolate con churros. Extraño horario de churrería, evitando madrugones y asorratos. Un sindiós.
   En Calpe, a comer en el puerto, como es costumbre. Una fritura de pescado y un arroz caldoso con bogavante por poco más de lo que en otros sitios te cobran por un plato combinado o un par de bocadillos de anchoas. Ventajas de esa competencia feroz que lleva a perseguir a los paseantes ofreciendo vasos de sangría y un calamarcillo intentando arrastrar  a los turistas hasta su local. Aunque uno vaya a tiro hecho conviene dejarse querer, porque llegan a hacer ofertas de mariscadas a los indecisos a precios asombrosos. Y el pescado de la zona es de los mejores del mundo.
    Otro día, entre entre Alfaz del Pi y Benidorm, el Cisne, lugar del que ya hemos hablado y dibujado en otras ocasiones. Música, babel de guiris, unos en camiseta, otros como para ir a Alaska, antigüedades y cosas viejas, mercadillo, zoco y rastro, comidas y bebidas, mil recovecos llenos de objetos y plantas, en gran parte techado, de obra o zonas cubiertas por lonas o madera que parece sujetarse en los troncos de palmeras y otros árboles de cuando aquello era la huerta de una finca con su casona con torreón. Músicos curtidos en las verbenas y hoteles intepretando con solvencia música internacional para que se desgarabiten los guiris, algunos en poder de las uvas, de trapillo o vestidos para una cena en Versalles, en un ambiente siempre agradable y a veces sorprendente.
   Estamos allí tres o cuatro horas que dan para visitar el mercadillo, algunos puestos del rastro, tres libros a un euro (si eliges solo dos tienes que discutir porque insisten en que son tres, lo que sirve para practicar el inglés), a veces cuadernos artesanos surtidos para todos los gustos y bolsillos. Como no hay que obviar la hidratación, que hasta en diciembre hace sol, se aprovecha el tiempo dibujando el percal, siempre sugerente. Comemos, tomamos café, dibujamos algunos rincones y nos vamos. Volveremos.