jueves, 30 de julio de 2020

Paleta - Mezclas - Probando marcas de acuarelas

Con acuarelas Roman Szmal
     Esta entrada es la introducción a una serie de ellas en las que intentaré hacer un análisis comparativo de distintas marcas de acuarelas: Daniel Smith, Rembrandt, Windsor & Newton y Schmincke son las que mejor conozco, lógicamente no en todo su amplio catálogo, que a veces casi llega a los 200 colores diferentes, pero sí en bastantes de ellos. He probado algunas otras. Kremer y White Nights desde hace años, muy recientemente Roman Szmal y Rosa Gallery. Algunas de estas tienen un precio sensiblemente inferior a las marcas de más prestigio, aunque los pigmentos usados y el producto ofrecido sea equiparable y algunas veces pudiera ser mejor opción para algunos colores, por motivos que se intentará explicar. Otros son insustituibles, hasta donde yo sé, y merece la pena pagar lo que valen.
    También he probado otras marcas o series, como las segundas de Rembrandt y W&N, o Sennelier, Mijello, incluso las españolas Españoleto y Titán, incluso las Bizancio de este último fabricante, difíciles de encontrar. De otras, de las que sólo conozco por un par de colores sueltos, no me atrevo a hablar, menos a comparar.
    La mayor dificultad es disponer de suficientes colores de cada marca para poder hacer comparaciones con fuste. Salvo Daniel Smith hace unos años, que me envió un generosísimo surtido de sus acuarelas que luego he ido reponiendo, nadie me ha regalado ni un tubo, ni tiene por qué, pero renuncio a intentar completar la gama disponible de algunas marcas, ya que conozco muchas otras formas más razonables para arruinarme. También es cierto que Artemiranda, donde suelo comprar, en una ocasión incluyó unos tubos de Mijello, como muestra.
Con acuarelas Kremer y Roman Szall
   Decir que soy un catacaldos es contar mal las cosas, pues se trata de algo diferente al simple afán de novedades, es más que hacer probaturas, de engolosinarse con los materiales, que también. Creo que los objetos, las herramientas especialmente, son parte determinante en los procesos y actividades para los que se crearon y tienen per se tanta belleza como las obras que con ellos se hacen. A veces más. El papel, los pinceles o los pigmentos no son sólo algo accesorio, algo que pueda ser cambiado o sustituido sin que con ellos varíen los resultados. Estudiar la historia de la pintura es cosa que no puede hacerse si separamos genios y talantes de las técnicas y los recursos que cada época ponía a disposición de los artistas. Algo tan simple como meter la pintura en un tubo, permitió salir al campo a pintar con óleo, facilitó el trabajo y la aparición de los impresionistas. El hecho de que los pintores dejaran de moler y elaborar sus propios colores les llevó a conocerlos peor y no pocas veces a usar algunos que mejor debieran haber evitado. De los barnices y disolventes para qué hablar. A veces las probaturas llevan a utilizar cosas nuevas que se comportan peor que las conocidas y ya experimentadas, colores que han envejecido mal y que, como con Van Gogh, que no andaba muy boyante y no siempre podía comprar lo mejor, nos privan a menudo de conocer los colores originales.
Con acuarelas White Nights
    Hay colores concretos cuya historia conviene conocer, aunque sea por curiosidad romántica. Desde las simples tierras al lapislázuli, por ejemplo, o el mummy brown, el marrón de momia; el carmín de cochinilla o el índigo, el gamboge o colores que hoy sabemos venenosos. Nos hablan de caravanas, de la India, de Samarcanda, de Petra, de la ruta de la Seda, de largos viajes desde los peñascos de Afganistán hasta la paleta de Leonardo o a la nuestra, más surtida, de inquietantes travesías por mares peligrosos, a veces recién conocidos, de precios que superaban al del oro, de contratos que exigían su empleo en el cuadro encargado, del prestigio, cercano a a adoración, de aquello que merecía ser pintado con esa viajera piedra semipreciosa molida con esfuerzo parejo al de traerla. Sólo el manto de la Virgen merecía el ultramar de lapislázuli,  que evocaba el cielo, como sólo Jesucristo el rojo antes reservado a las vestimentas de reyes o senadores romanos, el carmín de cochinilla, o el de las agallas que las kermes, una especie de pulgones, produce en las coscojas, que molida es la grana.
Con acuarelas Rosa Gallery
   Para un químico este rojo se trata de ácido carmínico. Un fabricante de pigmentos hablaría del PR004, del Natural Red 004. En alimentación o en las barras de labios lo conocemos como colorante E-120, casi siempre sustituido por el E-124, rojo Ponceau 4R, más económico. Su nombre, carmín, proviene de la palabra persa kermes, una baya roja.
    Normalmente los más antiguos tonos rojizos eran de origen mineral, tierras rojas, ocres, arcillas desde anaranjadas a rojo intenso, usadas para pintar bisontes, ciervos o figuras humanas en las paredes de las cuevas, para cubrir con su magia los cuerpos que enterraban, no sabemos si para proteger en su viaje al más allá con ese color a los difuntos o de ellos a los vivos. La historia del azul es apasionante, como la de otros colores. Porque cada color ha tenido sus significados y los sigue teniendo. Los tintes que en algunos lugares o épocas usaron para el traje de la novia, en otros servían para para el luto, para el respeto o para el lujo. El rojo para los egipcios evocaba la vida, la salud o la victoria, para los cristianos la sangre de Cristo. El mejor carmín, de la grana cochinilla de los nopales, usado por los mayas, llegó a Europa traído por los españoles y valía más que la plata y tanto como el oro. Era uno de de los productos de importación más valioso del siglo XVI y pocos pintores podían permitírselo.
   Aunque es interesantísimo, no van dedicadas estas entradas a la apasionante historia de los colores, aunque algo se contará de ella. Mucha información podemos encontrar en internet a cerca de los pigmentos, su composición y su historia, o leer algunos buenos libros. Por ejemplo, el reciente y muy recomendable "Cromorama" de Riccardo Falcinelli o, si queremos agotar el tema, recurrir a los libros de Michel Pastoreau, dedicados cada uno a un color.
Acuarela final, pigmentos Daniel Smith
    A veces, para vendernos un color, se nos presenta como traído por Indiana Jones desde lejanas tierras expresamente para nosotros, se nos cuenta una historia cierta pero adornada, se resaltan estos datos y se barnizan con un romanticismo que nos deje más dispuestos a vaciar la bolsa para pagar la aventura. Sin duda algunos pigmentos lo merecen, como el lapis, el jade o la amatista, aunque no es menos interesante el origen de algunas tierras, muy baratas, que el de otros que podrían haber acabado en collar, pulsera o pendiente. Para quitar  a la cosa romanticismo, justificado en el pasado más que en presente, hemos de tener en cuenta que estos pigmentos que usamos para nuestra paleta son un subproducto de una industria que mira, como siempre ha ocurrido, más a los tintes para tejidos que a los cuadros. O pintura para paredes, coches, uso alimentario o tinte de plásticos. Si un color no tiene salida en esos terrenos, poca vida le espera en los lienzos. Lo que sí es cierto es lo lejano y diverso del origen de algunos de los colores que tenemos en nuestros tubos o pastillas. Saber qué viaje ha hecho cada color desde las laderas del Vesubio, Siena, Almadén o los valles y montañas de la India, Chile o Afganistán, no deja de tener su aquel. Seguramente de Jujuy podríamos sacar todos, moliento esas montañas de arcoiris.
Con acuarelas Rosa Gallery
    El objetivo final de estas entradas es llegar a una paleta básica pero amplia. Una paleta que incluya todos esos colores de los que no puedo prescindir. Poco más de una docena. Que permita conseguir todo lo que intento hacer sin un exceso de colores que confunde más que ayuda. Parece contradictorio este intento con todo lo anterior, con ese gusto por probarlo todo. Sé que muchos tubos, docenas y docenas, quedarán casi sin usar pues al final ves que siempre recurres a lo mismo, pero también es cierto que no quieres verte limitado por una paleta excesivamente reducida que te obligue a hacer veinte mezclas para llegar al color que buscas. Ya hice una entrada intentando pintar unas acuarelas con tres colores primarios. O añadiendo otros tres o cuatro. Un martirio. En realidad no hay acuarela que necesite más de cinco o seis colores y eso para algunos detalles o elementos. En muchas entradas he ido explicando los colores usados en cada acuarela concreta y siempre ha ocurrido eso. Básicamente el azul elegido ha determinado el cromatismo del conjunto, esa es mi forma de trabajar, que iré explicando en esas entradas.
Con acuarelas Kremer
    Para explorar posibilidades de un grupo de colores nunca recurro a estas tablas de doble entrada en las que se mezcla cada color con todos los demás sugiriendo que de ahí salen todas las posibilidades de mezclas con los pigmentos elegidos. No me vale el sistema, pues ni de cerca muestra todo lo que podríamos sacar con los colores de los que se parte. Trabajo, como casi todos, de otra forma. Necesito una superficie grande para las mezclas, normalmente un plato cuadrado, blanco, de loza o porcelana. Ahí voy añadiendo a un color otro, para matizarlo con un tercero. Esa mezcla necesitará tal vez uno más, calentarla, enfriarla, quebrarla, cambiar las proporciones, diluir... así hasta llegar al tono que busco. En realidad, gran parte de la acuarela, especialmente si se trata del tronco de un árbol, un tema recurrente para mí, se pinta con tonos quebrados, grises con diferentes matices. Incluso escasean los verdes a pesar de tratarse de árboles. Esta manera de hacer las cosas, similar a cómo hacen sus mezclas tracicionalmente en su paleta los pintores de óleo, permite hacer una acuarela con una gama amplísima de matices sacados de muy pocos pigmentos. Lo iremos explicando.
Acuarelas Schmicke
Acuarelas Rosa Gallery
Acuarelas Kremer
Acuarelas Schmincke
Acuarelas Roman Szall y Daniel Smith

domingo, 26 de julio de 2020

Júcar - Dibujos y acuarelas

  Como gran parte de los dibujos y acuarelas de mi blog salen de viajes, encuentros de pintores y dibujantes y otras salidas, la situación nos lleva a la escasez de novedades, aunque muchas sean las acuarelas que hemos ido haciendo a partir de fotos de rutas anteriores. Con ellas tengo varias entradas en marcha analizando nuevos pigmentos de marcas que no conocía hasta ahora. Todo llegará.
     Aparte del respiro de la estancia en el Molino de Iramala, algún recorrido corto hemos hecho por los alrededores de Albacete, acercándonos al Júcar y llenando algunas hojas de los cuadernos que teníamos parados demasiado tiempo. En esta entrada se muestran. Con acuarela, con estilográfica o con pincel de agua, técnicas habituales en estos dibujos, aquí aparecen algunos parajes del Júcar por Las Mariquillas, por las Hoces, la Ribera de Cubas y Jorquera, junto a algunas miradas a juncos, flores o paredes. Hay mucha agua, todo está en flor y lka naturaleza, como acostumbra, pasa de nosotros. Lo cierto es que lo pasa mejor sin nosotros, pues todo está más limpio, más solitario y mejor.
   También han quedado en los cuadernos algunos dibujos hechos en casa, estanterías, plantas del balcón y otras cosas que teníamos a mano.