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domingo, 16 de agosto de 2020

Paleta. Acuarelas Sennelier

    

      Las acuarelas de esta entrada están pintadas con pigmentos Sennelier. Una paleta obligadamente reducida, pues de esta marca de un precio medio, no disparatado, sólo tengo unos pocos colores que compré hace tiempo y no estaban elegidos para completar una gama suficiente, como sí he hecho con otras marcas que utilizo más. De forma que disponía de dos azules (índigo y ultramar), tres amarillos (Aureolina, cadmio claro y Piedra de hiel), tres ocres y marrones (Pardo Van Dick, tierra sombra tostada y ocre amarillo claro), verde esmeralda legítimo y rojo cadmio. Nunca hubiera elegido estos colores para pintar una acuarela sólo con ellos, pero me he sujetado a no usar otros en este caso.

   Y empezamos mal, porque rara es la acuarela de árboles o paisajes en la que no uso con frecuencia la mezcla de ultramar con siena tostada, color que no tenía. De estos dos colores suelo sacar toda una gama de tonos quebrados, grises más cálidos o fríos según la mezcla. Incluso el tono más oscuro, que hace de negro. En algunos casos, como en éste, no renuncio a usar una barra de tinta china que da un gris y un negro muy transparente que mezcla divinamente con las acuarelas o que puede aportar un lavado gris neutro que no tapa los tonos de abajo. Esos tonos grises del ultramar y el siena los he hecho con ultramar o índigo con sombra tostada, incluso pardo Van Dick para los tonos más oscuros. De todas formas, el siena tostado lo hice aclarando sombra tostada con ocre amarillo claro y con un toque de rojo cadmio. Clavao. Se ve essa mezcla en la foto anterior, arriba a la izquierda.

    Los verdes, o son mezclas de alguno de los azules con los amarillos o los ocres disponibles, o el viridiana, el verde esmeralda, color siempre peligroso que hay que usar matizado por los colores que ya se han usado en esa acuarela, amarillos, azules principalmente, pero también rojo o tierras. Siempre corremos el peligro de que sea demasiado pinturero, excesivamente protagonista, a pesar de no utilizarlo nunca puro. Al menos, este verde de Sennelier es muy transparente.

    Porque esa es una de las cualidades de esta marca de acuarelas, su transparencia y la abundancia de pigmento, verdaderamente intenso. Ellos lo atribuyen a su fórmula que usa miel junto con la goma arábiga de Kordofán, en Sudán. La molienda es muy fina y granulan muy poco, al menos los colores que he probado, ni siquiera las tierras, que en ellas es lo normal. Las que tengo son de tubo, excepto el cadmio rojo en pocillo. Aunque estrené la pastilla después de varios años de tenerla guardada y se había encogido algo por la deshidratación, basta pasarle la punta del pincel por encima para que tome mucho pigmento, no hay que destrozar el pincel rascando como ocurre con otras marcas, especialmente con las tierras. Una lima para un buen pincel de marta, que en dos semanas perdería la punta. Para esas acuarelas algo resecas, aprovecho la ocasión para recomendar pinceles de fibra, el peor que tengamos, al menos para disolver el color. Si aún así se resisten, siempre pueden servir de abono para las plantas, que pulvis es, et in pulverem reverteris.

    Como decía los colores son intensos y transparentes, y son hermosos cuando son puros, es decir, de un solo componente. Ese es uno de los criterios que normalmente sigo para comprar unas cosas y no otras. En este caso, no anduve fino con cuatro de ellos, que hace unos años era aún más ignorante que hoy. El sombra, el ultramar, los cadmios y el viridiana, son excelentes. Hay que mirar si el color es una mezcla. En ese caso, mejor la hacemos nosotros a nuestro gusto. 


   El índigo puro es una hermosura de color, una maravilla solo o mezclado, útil para sombras, cielos, nubarrones, aguas profundas y demás. Con un toque de carmín de alizarina tenemos una gama de violetas que uso mucho en las zonas más oscuras del suelo o de los troncos. Lo malo es que casi ninguna marca vende índigo auténtico, el sacado de plantas de la familia indigofera, el de los tintes del tagelmust, la tela de algodón azul de los tuaregs, la de los pantalones vaqueros. Hasta 1900 no había más índigo que el natural; actualmente la indigotina, el tinte de este color, es químico. Tengo un índigo natural de Kremer y es hermoso, aunque en pastilla, y tiende a resecarse y quebrarse. En ese caso, lo mejor es sacarlo de la pastilla, molerlo y usarlo así. Casi todas las marcas venden, como Sennelier, un índigo obtenido por mezclas, normalmente de azul de indantreno y algún negro, que suele ser el de humo, pero sin indicar en su nombre "hue", es decir, que es una simulación del color original. Sí que lo indican en el tubo, diciendo los pigmentos con que han hecho la mezcla. Llevar mucho negro oscurece lógicamente lo que pintamos, con poco control por nuestra parte, lo que se agrava si lo mezclamos con otro color, enfangándolo todo y perdiendo la trasparencia que incluso las zonas más oscuras deberían conservar.

    Ocurre igual con otros colores, como el cerúleo, que cuando es una mezcla incluye blanco, lo que lo hace muy cubriente y a veces pinturero en exceso. Hay cielos de un color ofensivo, estropeados con estos cerúleos falsos como moneda de cuero. Como no lo tengo en Sennelier, no hablo de ese color ahora. Pero sí del Pardo Van Dick. Tierras hay cientos, miles, son abundantes y baratas y suelen ser óxidos de hierro básicamente, con algunos otros elementos que varían su tono. También se oscurecen al tostarlas, llegando a cambiar de color además de subir de intensidad. No habría necesidad de hacer un pardo Van Dick con mezclas, como hace Sennelier y otros fabricantes. Sí tiene lógica hacerlo con el sepia auténtico, el de la tinta de las sepias y calamares, que en polvo vale una fortuna, como podemos ver en el catálogo de Kremer. 1.560,78 euros el kilo, 20,42 los 10 gramos. Merece la pena comprar una caja de sepias o bolsitas de tinta de calamar congelada y de paso hacemos un arroz negro y una fritura. El que tengo de Sennelier es una mezcla de siena, rojo y negro y, usado solo y espeso, es francamente horrible, excesivamente cubriente y muy pigmentado. Salvo muy diluido o usado en mezclas cuidadosas, con un escrúpulo de este pigmento y algún siena claro o amarillo, es una verdadera barbaridad de color. Si acertamos, tenemos el siena tostada que no tenía de esta marca. Como ocurre con el Viridiana, las dosis grandes son mortales. El esmeralda de Sennelier es una mezcla de los dos pigmentos que se usan para estos llamados esmeralda o viridiana.

    Como a veces me dejaba llevar por lo peregrino y exótico de los nombres, me encuentro algunos tubos o pastillas que difícilmente puedo utilizar. Me ocurrió con el "Piedra de hiel" de Sennelier, mezcla de amarillo y dos tierras marrones (PY150, PBr7 y PBr23) que da un tono amarillo amarronado y verdosiento sospechosísimo, poco atractivo si se usa solo. Los pigmentos de esta mezcla, desafortunada en mi molesta opinión, son amarillo de aureolina o amarillo Hansa, nogalina y un marrón de níquel azo sintético con fórmula C40H23Cl3N8O8). Por eso aprendí que hay que leer en cada tubo los pigmentos que contiene, para elegir si es posible los que sólo tienen uno, mejor si es natural y, además, saber lo que compro y pago, porque a veces un nombre comercial vende evocaciones, romanticismo y lejanía y yo sólo busco colores. Las tierras son tierras, como su nombre indica. Puede ser interesante conocer que vienen de las laderas del Vesubio, del Monte Amiata o del Kilimanjaro, que en tiempos la usaban tales o cuales aborígenes para maquillarse de guerra y otras cosas interesantísimas. Una vez que lo disolvemos en agua, lo que queda es el color. Eso es lo que debe gustar, más que la literatura del catálogo. No voy a negar que la historia de los colores me apasiona y que saber que el lapislázuli viene de donde viene y cuesta lo que cuesta me agrada. Igual con el azul maya, el jade y otros, pero las tierras son arcillas, óxido de hierro con algo de manganeso como impurezas. Puedo pagar un precio casi disparatado por el lapis, la amatista o el jade, pero no por una mezcla y un nombre bonito.

    Aquí se ven las mezclas de ese supuesto índigo con sombra tostada y, a veces, un poco de Pardo Van Dick, que el de Sennelier tiene un matiz rojizo, y las de los verdes, partiendo del esmeralda con esos mismos índigo y tierras. En realidad y como siempre, tonos quebrados, predominando los agrisados. Pero, como iba explicando, creyendo mezclar dos colores, índigo y Van Dick, en realidad estamos usando seis: dos negros, rojo, siena, azul y amarillo, un disparate. El resultado es una pasta poco transparente si no lo diluimos mucho. Lo que hacen estos colores en inglés lo llaman enlodar. En estos troncos también se ven los raspados, en este caso con la uña.

   La maceta se ha pintado con la técnica que aprendí de Geoffrey Wynne. Un baño amarillo diluido, dejando caer el agua en el papel inclinado. En mojado otro rojo claro y sobre él un último de azul ultramar. Toda la dificultad está en dar con el grado de humedad, nunca debe quedar seco entre capa y capa. Cuando se secan queda de forma milagrosa un blanco roto que contrasta con el blanco puro del papel en las zonas reservadas o rascadas después. Los dibujos de la maceta, pintados antes de secar del todo, ultramar y un poco de índigo. El verde es esmeralda matizado con amarillo o azul. Los pinchos, sencillamente a puñaladas.

    En otro orden de cosas, en el catálogo de Sennelier, marca francesa, de París, cuando describe las formas de presentación de sus acuarelas dice "pocillos", en lugar de la palabra francesa "godets" que podemos escuchar y leer en todos los sitios de pintura y bellas artes españoles. Tienen mucho respeto y cuidado con su lengua y con la nuestra. Nosotros con ninguna. Se lo agradezco.

jueves, 9 de abril de 2015

Acuarelas con Kremer Pigmente


   En el pasado mes de febrero, quebrantando una vez más un firme propósito, perpetré otra de esas compras exploratorias que siempre doy por acabadas. Me alegro de ser tan tolerante conmigo mismo, porque comprar estos pigmentos de Kremer ha sido un acierto. Igual que me ocurre con Daniel Smith, algunos colores de Rembrant o Windsor & Newton, Sennelier, Schmincke, y algunas otras marcas en espera, creo que probando cosas se lleva uno agradibilísimas sorpresas. Luego va uno dándose cuenta que ciertos colores han llegado para quedarse. No hablo todavía de mi paleta, pues entiendo que deberían ser de 15  20 colores, siendo generoso, y ahora no sería capaz de descartar más del doble de ese número. Lo cierto es que, al menos, en una misma acuarela procuro utilizar pocos, algunas veces no más de 4 ó 5.
   El caso es que pedí a la casa en Alemania los colores que se muestran en la fotografía anterior, junto a una caja metálica vacía y a cubiletes de plástico para rellenar con acuarela de tubo. Kremer sólo vende los pigmentos en polvo, en tinta, acuarelas en pastilla, pero no en tubos. Tiene un catálogo inmenso, con todo lo relacionado con pigmentos, medios, materiales para elaborarse uno sus pinturas, pinceles y cientos de otras cosas. Es uno de los mejores fabricantes de pigmentos del mundo, suministrador de museos y restauradores porque proporciona pigmentos históricos, incluso aquellos necesarios para determinados cuadros antiguos y que hoy en día está prohibida su comercialización. Por supuesto, esta venta se hace con restricciones, justificaciones fundadas y permisos necesarios. Algunos alcanzan precios muy altos, como la sepia natural, aunque como indica el valor por kilo o 100 gramos de pigmento puro, es engañoso. Otros, como las tierras están entre los más baratos del mercado aunque es difícil hacer comparaciones entre el verdadero contenido de un godet y el de un tubo de 20 ml. de Rembrandt o de 15 de Daniel Smith. Las tierras andan por los 4 euros, el lapislázuli sobre 10. El tubo de Daniel Smith costando el doble creo que lleva más pigmento. Y más goma arábiga también. Por tanto no será el precio lo que nos decida.
   Por fin tengo un rojo rojo, ababol, el Irgazine. También unos azules como el cerúleo, el índigo o ese cobalto claro maravilloso. Por no hablar del lapislázuli, similar al de Daniel Smith. También el Pardo Van Dick, de tierra de Cassell, no esa mezcla infame de negro con sienas o sombras que venden otros. el cerúleo es puro, sin mezcla de blancos. Igual su índigo puro, sin mezcla de negro. Todas estas cosas se notan en la transparencia y calidad de los colores resultantes en la acuarela. Los verdes, tierras, también son austeros y poco pintureros, complemento de los maravillosos verdes de Daniel Smith, para mi insustituibles. Las tierras de Kremer, de las que hay docenas, son buenísimas.

   La acuarela inicial, vista de Alicante desde el castillo de Santa Bárbara, se hizo únicamente con algunos de estos pigmentos de Kremer, igual que alguna de las que se muestran en esta entrada. El rojo de los cóleos de la acuarela anterior, mi rincón de trabajo, es Irgazine de Kremer. En las que aparecen verdes intensos son de Daniel Smith. Los amarillos son cadmios de Rembrandt. Cuando hay verde esmeralda es de Sennelier. Como vemos, algo me voy aclarando. Uno de los primeros aclaramientos fue no prescindir nunca de la siena tostada y el ultramar oscuro de Talens, pero de la serie Van Gogh. Me encantan. Juntos o separados.
   Entre Kremer y Daniel Smith hay mucho para elegir para obtener esos tonos quebrados de la acuarela anterior, con matices muy cercanos a cómo era la realidad, si eso es lo que se busca. Como normalmente ando entre paisajes, en cuanto puedo en la realidad, cuando no en las acuarelas, con masas boscosas, árboles, prados, vegetación, suelo contender mucho con los verdes, con los problemas que eso conlleva. Estos pigmentos, su gama y calidad, ayudan a no ser excesivamente pinturero. Cierto es que debo tener la inmodestia de reconocer que algo hemos aprendido y que tratar tanto con los verdes nos han ido enseñando a prescindir mucho de ellos, de no presentarlos crudos, tal cual salen del tubo, a utilizar mezclas que los agrisan o acercan al ocre. Incluso recurrir al viridiana o esmeralda, verdadero peligro cromático.
   El lapislázuli, con su matiz azul agrisado, austero, solo o mezclado ayuda mucho para hacer las ramas de los olivos y otros verdes. Mezclado con tierras y sienas da tonos armoniosos y efectos granulados muy aprovechables para estos temas.

   Cielo con estos nuevos azules, cerúleo, cobalto claro e índigo. Los de Sennelier y Daniel Smith son muy buenos también, hablando de los que conozco mejor. No dudo de la bondad de otras marcas.

   En la siguiente, un paisaje de un paraje cercano a Alcoy, se ha disfrutado con las sombras finales de ese índigo puro, indio de Kremer, sin mezcla de negros. Verdaderamente transparente, solo o mezclado con alizarina. Maravilloso.
   En el siguiente se aprovecha la cualidad del negro de magnetita de Kremer de granular de una forma espectacular. Es el mismo pigmento que el Lunar black de Daniel Smith. Añadidos a cualquier otro pigmento, siempre con mucha agua, añaden un grano muy atractivo, al menos en mi humilde opinión. Con ese negro, a pesar de no haber utilizado nunca anteriormente el negro en mezclas, se puede conseguir hacer granular a cualquier otro pigmento. Tiende a agrupar las gruesas partículas en bordes y relieves del papel, cosa que se puede más o menos controlar siempre que estén nadando en agua. Incluso podrían ser manipuladas y pastoreadas con un imán por el otro lado del papel, pues se trata de magnetita.
      En esta ampliación podemos ver mejor el efecto de granulado de este negro, 
que nunca faltará en mi paleta.
   Otro ejemplo:
   Termino con tres acuarelillas, la primera sólo con Kremer, las otras dos también con Rembrant y Daniel Smith.













miércoles, 18 de marzo de 2015

Paso a paso. Acuarela de un olivo

   Aunque hace poco más de un mes estuve de viaje por allí y traje muchas fotos de estos vetustos y antañones olivos del Maestrazgo, verdaderas esculturas, en esta ocasión recurro a una foto de Aceite Olivos Milenarios Territorio Sénia de las que ellos publican en Facebook. Al final se incluye esa foto. Mi agradecimiento se anticipa.
   En un Garzapapel de 21x30, 300 gramos, hago un dibujo, en esta caso detallado, porque el tema me gusta y disfruto dibujándolo. No hacía falta tanto detalle ni precisión, pero uno hace estas cosas para divertirse.
   Primeras manchas con lapislázuli y una pizca de cerúleo en algunos lugares. Como se puede ver, no sólo se da azul al cielo. Las zonas de sombra también con ese tono, aunque luego se vayan a cubrir con baños de otros colores. Al final, este azul se transparenta y da armonía al conjunto. Se aplica con rapidez y sin excesivo cuidado, solamente procurando dejar el blanco del papel en algunas zonas para dar luces a la parte iluminada de las ramas.
   Cuando se ha secado se empiezan a aplicar algunas sombras y a sugerir el follaje del olivo. Se mezcla el mismo azul del cielo, lapislázuli, que podría ser ultramar, con siena tostada y unos toques de tierra verde. Resulta un tono bastante gris que es lo que se buscaba. Se juega, como se puede ver, con las proporciones de esos colores y con la dilución de la mezcla, para marcar diferentes zonas.
   Una vez seco, se empieza a calentar la cosa con sienas, natural y tostada, procurando aplicarlas muy diluidas y trasnparentes en algunas zonas y en otras pinceladas más secas y espesas, rápidas, sin demasiado cuidado, pero intentando rozar solo el papel para que la textura del soporte deje rugoso y texturado el trazo. Se intenta conseguir el relieve y la rugosidad, la textura áspera de la corteza de el olivo, tanto con el tipo de pincelada como por la granulación de los pigmentos. Daniel Smith y Kremer son lo mejor para eso. También se mezcla el azul con los sienas para obtener un tono más oscuro sin añadir colores nuevos.
   Por fin echamos mano de los verdes, pero para el fondo y el suelo. Para las hojas del olivo sólo se añade en algunas zonas una pizca del verde, tierra verde y algo de viridiana de Sennelier, que casi no se notan. Las otras manchas del fondo con los dos sienas ya utilizados.
   Las zonas de sombra del tronco se hacen con los sienas, sombra tostada y algo de negro de magnetita. El lunar black de Daniel Smith. Granula mucho. También se empiezan a añadir unos toques de índigo en la mezcla, que es el color que se tiene pensado utilizar para dar las últimas sombras, que se quieren transparentes.
   Se ha jugado mucho con el tipo de pincelada, con un pincel grueso, utilizado de canto, no con la punta. Unas veces húmedo sobre húmedo, fundiendo los tonos. Otras casi seco, trazos rápidos procurando no cubrir totalmente el papel. Luego se aprovechan esas zonas que casualmente quedan para definirlas según nos sugieran piedras, hierbas o rugosidad del olivo. Eos brillos que resultan de este ripo de pincelada dan mucha luminosidad, aportan acentos de luz y textura que dan vida al resultado. Los tonos cálidos son de siena tostada.
   Aquí se muestra un detalle de lo que se ha ido explicando. Zonas húmedas con bastante agua que se van fundiendo con los demás colores, trazos rápidos, rugosos, que dejan en blanco las partes profundas del grano del papel...
   Se va completando el tema, añadiendo más hojas al olivo, sin entrar en detalle. Se nota mucho el tono azul agrisado del lapislázuli, más intenso en unas zonas que en otras y con tendencia a granular y dar textura. En los últimos toques de sienas, se van dejando en blanco las zonas iluminadas de las ramas y raíces del olivo y algunos puntos con los que se pretende sugerir piedras.
   En las fotos siguientes se ve de nuevo con más detalle el proceso de ir de aquí para allá, procurando no detallar en exceso nuiguna zona, oscureciendo cada vez más las zonas de sombra con los colores tierra usados antes y mezclando algo de índigo, que también se aplica solo en algunas zonas. Este índigo de Kremer tiene un tono maravilloso y muy transparente.

Por último el resultado final. A continuación se muestran los materiales utilizados, aunque no aparece un pincel versátil de Escoda de mechón largo y fino del 6 para los detalles y ramas finas.
   La caja de acuarelas en pastilla de Kremer. En ella no caben todos los colores que compré. Quedan algunos ocres, tierras marrones y verdes muy interesantes. Los azules de Kremer me parecen una verdadera maravilla. También el negro de magnetita, que granula y se porta exactamente igual que el Lunar Black de Daniel Smith. En realidad es el mismo pigmento, creo. El lapislázuli es una delicia, en ambas marcas, aunque difícil de aplicar. El pincel es un Versátil del 18. Cuando se sacude después de cargar agua toma esa punta que se ve en la otra foto.

   Terminamos con la foto en la que nos hemos basado, interesante para ver la interpretación que se ha hecho.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Acuarelas de mayo - ALICANTE


    Recurriendo a apuntes y fotografías de algunos de los cientos de temas que merecen ser pintados en la ruta desde Alcoy a Alicante, recorrido que hago con cierta frecuencia, he hecho algunas acuarelas y pruebas. Es la primera una acuarela de 56 x 37 cm. recogiendo una vista hacia Alcoy desde Guadalest. De este último lugar también habrá que pintar algo, que tiene tema. Una maravilla. Además allí compré una miel excelente de azahar y otra de limón. Me viene a la cabeza porque, en algunas fórmulas de elaborar los pigmentos, se utiliza la miel como ingrediente, las Sennelier sin ir más lejos, que se han usado en esta pintura. El azul cerúleo, menos cubriente y pinturero que en otras marcas y los amarillos y ocres, bastante intensos y agradables. Los verdes salen de las mezclas con los azules utilizados (ultramar e índigo, también de Sennelier) y el verde de jade de Daniel Smith, que me encanta.
   Habrá que probar a añadir más miel a algunos pigmentos a ver qué pasa. Con seguridad dulcificará los tonos, algo solo perceptible al lamer la acuarela. Tal vez añada brillo o acudan las moscas y me quede una obra tipo Damien Hirst, Dios no lo permita. No sé, no sé...
   Es la anterior una libre interpretación de una, hasta hace poco, hermosa plaza de Alicante. La dedicada al doctor Balmis, que me pilla al paso cuando voy a la Decoradora a reponer algunas cosas. Digo libre porque me he centrado en el trencadis que ofrece un cromatismo maravilloso, aunque no se ajusta a la realidad, ya que lo que aquí se muestra como un muro, en realidad cierra un espacio más o menos rectangular. No se molesten en ir a comprobarlo a esta plaza pues hace un par de meses que han arramblado con ella para conseguir un espacio más diáfano, es decir, algo horrible y menos acogedor. Por lo que leo, eso es lo que se pretendía, hacerlo inhóspito para ahuyentar gentes de mal vivir que allí se acomodaban. Tal vez se debería haber contemplado la posibilidad de solucionar el problema poniendo los medios para que las gentes de mal vivir vivan mejor, en lugar de labrar el bancal y asolar algo tan hermoso. En un hilo sobre el tema en facebook compruebo atónito que esta ocurrencia es frecuente entre los munícipes nacionales y los de allende la mar acéana. Se devastan ciertos espacios acogedores para que dejen de acoger a gentes de moral distraída o que son considerados molestos y sospechosos por vecinos, comerciantes o ediles. Incluso se han hecho rodajas árboles centenarios porque servían de parapeto a descuideros y carteristas. Deberían de tener en cuenta las autoridades que tanto velan por nuestra seguridad que, en la mayoría de los países, los ciudadanos ya salimos de casa robados. Por ellos y por los bancos, corporaciones y monopolios que con sus leyes amparan, mientras los dirigentes de las mismas les mullen y preparan los sillones que en los consejos de administración les aguardan para cuando abandonen la cosa pública. A su suerte.
   Ya había hecho anteriormente una aguada con tinta china sobre ese mismo lugar. Y no va a ser lo último que haga sobre esa desaparecida plaza. Bueno, la plaza en realidad no ha desaparecido, pero ha quedado diáfana. Una columna sostiene en ella el busto del doctor don Francisco Javier Balmis y Berenguer, cirujano de la corte de Carlos IV, nacido en Alicante en 1753. Este benemérito personaje promovió y realizó la expedición Balmis, para llevar la vacuna de la viruela a América, desde el sur de Estados Unidos hasta el cabo de Hornos, Filipinas y, ya puestos, a Cantón y Macao. A la vuelta de tan largo periplo, aún le quedaba vacuna y humanidad para dispensarla en Santa Elena, a pesar de que, siendo territorio británico, no tenían cartilla de la seguridad social. Pero eran otros tiempos. No se merecía que le destrozaran su plaza. También sería interesante saber cuántas calles y plazas tiene dedicadas en el mundo este bendito señor, que se jugó su propia vida para salvar millones de vidas ajenas. No es la gratitud y el recuerdo algo que abunde, por lo que me temo que muy pocos bichoznos saben que están en el mundo gracias a que, para vacunar a sus desconocidos trastatarabuelos que vivían a miles de millas, este cirujano de la corte de Carlos IV, abandonando lujos y comodidades, se lanzó al mar desde La Coruña a bordo del María Pita con tan noble misión. Por eso le voy a pintar a su antigua y derruida plaza otra acuarela mejor. ¡Por estas que son cruces!
   Esta fue la primera expedición internacional sanitaria de la historia, en un momento de especial virulencia de la viruela, si se me permite el juego de palabras. Descubierta la vacuna en 1796 por el inglés Edward Jenner, que publica su descubrimiento en 1798, ya en 1803 se lleva a cabo esta expedición para vacunar masivamente a los pobladores de todo el Imperio español, además de obligar por una real cédula a dedicar una sala en todos los hospitales a mantener la vacuna. Como esta expedición tiene su punto surrealista, conviene conocerla mejor. Por ejemplo en este enlace.
   Torre de Penella, en el término de Cocentaina, en la misma ruta por las cercanías de Alcoy. Hermoso lugar y hemoso recorrido, sobre todo en primavera, cuando los almendros están en flor. De unas fotos de esos parajes y momentos sale la siguiente, en la que no le he hecho ascos a terminar con unas pinceladas de tinta china blanca, que queda más natural que las reservas con líquido enmascarador, aunque sea este último un recurso —o truco— mejor visto en el gremio que el pigmento cubriente. Con llamarle técnica mixta se soluciona el problema.

sábado, 29 de marzo de 2014

Acuarelas y dibujos - Cabo de Gata

    De un viaje por Almeria, especialmente por el Parque Natural de Cabo de Gata, salen bastantes apuntes, bocetos y algunas pequeñas acuarelas. También cientos de fotografías, que el invierno es muy largo y ya tenemos material para inspirarnos y dibujar algo interesante. La mayoría de ellas se han hecho con las acuarelas que suelo utilizar normalmente que, a pesar de las constantes probaturas van dando lugar a unas preferencias cada vez más definidas. Algunos colores se van volviendo imprescindibles. A mi ultramar y siena tostado de Van Gogh se han unido la sodalita, jadeita y lapislázuli de Daniel Smith. Ahora he probado algunas Sennelier y el azul cerúleo también se une a la paleta habitual. Con los amarillos no lo tengo tan claro y voy de uno a otro. Rojos, cadmios de W&N, claro y oscuro y Madder lake oscuro. Poco más. Si acaso el índigo, que cada vez utilizo más.
   La primera, queriendo resaltar las texturas, lógicamente me he ido derecho a las Daniel Smith. El azul de sodalita, que granula una barbaridad, mezclado con cerúleo y siena ha servido para todas las rocas y arenas. El cielo, lapislázuli. Sale caro ese cielo, pero este pigmento te hace un cielo decente él solo, dejandolo fluir y sedimentarse. Para el mar, índigo y la bañista, rojo cadmio W&N muy diluido.


    El anterior es una de las primeras pruebas que hice esta semana pasada con la Sennelier. En el cielo se ve la mezcla del azul cerúleo con ocres. El cerúleo es un pigmento que sedimenta y granula también, en todas las marcas. Este pigmento debe ser de calidad, como el de Sennelier, el Rembrandt o el W&N Artist. Los de mala calidad son una pasta cubriente totalmente horrible, capaz de arruinar cualquier trabajo. El de Sennelier es bastante transparente. Me voy a quedar con él. También he utilizado el verde esmeralda de esta marca. Color difícil de usar. Brillante, fuerte y pinturero, sólo es un verde difícil de encajar en la obra. Mezclado, con azul, rojo o sienas, bastante diluido puede dar una frescura que otros verdes no tienen. Pero con mucho cuidado. Para la transparencia de las aguas en acantilados o en aguas quietas, puede ser útil. Tanto como el Turquesa de W&N artist. Caro pero inigualable. Cmo su rojo cadmio oscuro.
        El anterior y siguientes unos bocetos a lápiz o rotulador en un cuaderno de Paper Blanks.
    Lo mismo mas un rotulador de pincel, muy útil para apuntes y bocetos. En la terraza del hotel, antes de tomar el coche y empezar las rutas.
   Agua Amarga. Me gustó mucho eso de ver un árbol en la misma arena, junto con la soledad de la playa, cosa corriente en esta zona y que los que estamos acistumbrados a otros lugares tanto nos extraña y gusta.

   Como he dicho, cientos de fotos de esta zona maravillosa de Cabo de Gata. Paisaje volcánico, con texturas y colores que van del blanco al negro, pasando por todos los ocres y tierras. La transparencia de las aguas, maravillosa. A esa transparencia y a esos tonos me refería yo cuando mencionaba el esmeralda o viridiana y el turquesa. también el cerúleo y el índigo podrían ayudar. Lo malo es que manejar tantos tonos azules y verdosos en un mismo trabajo es algo que tengo que probar despacio porque puede salir un catálogo de Tintanlux.
Otra foto y otro tema apetitoso para dibujar. Cenizas volcánicas, pizarras, desolación frente a vida y color, con esas flores frescas que contrastan con la dureza del fondo.