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viernes, 3 de mayo de 2019

Acuarelas primaverales

   Con los viajes, las lluvias y demás, las acuarelas que he ido haciendo en estas últimas semanas se han quedado en el tintero. En esta entrada se recopilan algunas de ellas, unas desde febrero, otra, la primera, de esta misma mañana.
    Estos linces ibéricos asomados a unas peñas dan ocasión a probar las texturas y los pigmentos que habitualmente utilizo para los troncos de los árboles. Prácticamente toda la rugosidad, salvo algunos salpicados, sale de la fragmentación de los pigmentos, pues al ultramar y al siena tostada le añado lunar black, sodalita y amatista, según zonas. Los linces, el blanco del papel y siena tostada, con sombras del siena mezclado con el ultramar. Estos pigmentos de Primatek granulan mucho y para estas cosas vienen bien.
   El lunar black, un pigmento de magnetita, mezclado con cualquier color, produce esas texturas granuladas, y se puede ir inclinando el papel para que las particulas se posen en el grano del papel en las zonas que mejor nos venga, llegando a formarse ondas marmoleadas si ponemos bastante agua. Es el mismo pigmento que vende Kremer en pastilla y que ahora igual, o muy similar pues es más cálido, ha empezado a comercializar Van Gogh con el nombre comercial de negro óxido. En lugar de quedar el fondo blanco en las zonas donde no se depositan las partículas, más finas en Van Gogh que en Daniel Smith, queda ligeramente tintado de marrón claro. Es similar en todo menos en el precio, mucho más barato Van Gogh. De todas formas es un color que sólo se utiliza en pequeñas dosis con lo que dura una eternidad.

    De un viaje rápido a Alicante, aprovechando que eran los días de más tráfico por la semana santa y que llovía a mares, que parece que nos gustan los peligros, unos montes por Castalla, en la ruta por Alcoy hacia Alicante, brumosos por la cortina de agua que caía, escena que me traigo en la cabeza para pintarla en casa al llegar. Los colores de costumbre, azul oscuro de sodalita, verde de jade y lunar black. Algunos toques de azul cerúleo. lo de los peligros, desde luego no buscados, no es una exageración. El coche parace que circulaba a un palmo de la carretera entre la lluvia y el viento intenso. De hecho vimos un accidente y en otro momento un coche nos hizo un trompo en una rotonda que no nos dio por un pelímetro. Como en la fórmula 1.

   Un cielo nuboso sobre unas viñas. Las nubes salen de mezclas de índigo con carmín de alizarina, como los clásicos. Este azul serio va muy bien a veces. Sienas para los tonos cálidos de la cercanía. Esta acuarela sale de unas fotos de un anochecer por Daimiel.
    Desde el cabo de la Nao en Jávea, una vista de esa costa tan hermosa que asoma entre los pinos. No sé cómo me las arreglo, pero siempre acabo pintando árboles.
   Llegada la primavera volvemos a pintar flores. La anterior es el rincón de mi mesa con las ventanas que dan a la calle y al balcón. Cintas, pensamientos, orquídeas, violeta africana, papiros, calas, cóleos y algún cactus. El fondo azul cerúleo, los verdes jade y sap green. Sombras de sodalita y amatista. Voy a tener que sacar algunas de aquí que me invaden la mesa. Algunas las planté hace unos meses y van invadiendo el espacio, bien cuidadas por tenerlas tan a mano, el sol de la ventana y un radiador al lado. Las orquídeas sin flor, caída una que compré hace unas semanas y la otra que ya tiene cinco años y que por primera vez, no ha florecido. Misterios de la naturaleza.
   Dos vistas de una acuarela sobre pensamientos en una maceta orientalizante, pura invencion, siguiendo la técnica para pintar cacharros de Geoffrey Wyne que ya he contado en varias ocasiones. Lo que sí existe, además de los pensamientos es la mesa y ese tapete de ganchillo que hizo mi madre. También el gato. Esta acuarela ya tiene casa. Una buena casa de unos buenos amigos, dueños del gato.
    Una vista de las cimas de la sierra del Segura, en Albacete, hecha a partir de una foto de unos amigos, pues hace tiempo que no puedo llegar tan alto andando. Ni mucho menos, para qué nos vamos a engañar. Para las montañas del fondo recurro al lavanda.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Paisajes de Alpera


       Bueno, pues ya estoy aquí otra vez. Ya ha pasado la expo y se han comentado y mostrado gran parte de las acuarelas que se colgaron, mis impresiones, agradecimientos y la resaca posterior. No he dejado de pintar acuarelas de Alpera, porque quedaron muchos paisajes y rincones por hacer y otras como encargo de asistentes a la exposición que pensaron que sería una buena idea pintar un paraje que les es familiar. En ello estoy aún, y algunas de las de esta entrada responden a esos encargos. Otras no.
    Como se ve, en esa comarca hay tema para pintar y todavía queda mucho por hacer, por lo que no sería de extrañar que siga pintando con más calma muchos de los temas que quedaron pendientes. Cada vez que voy a Alpera hago nuevas fotos, otras me las envías mis amigos y siempre encuentro algo interesasnte que hacer con ellas.
   También es cierto que después del ritmo de pìntura previo a la exposición apetecía cambiar de actividad, cosa que ya venía marcada por un concierto pendiente sobre música italiana con amigos de varios grupos que se celebró el pasado día 13 en la Caseta de los jardinillos, con motivo de la Feria de Albacete. Un éxito de público y también musical. Disfrutamos mucho. Pongo aquí una foto del saludo final de los participantes en el evento.
   Volviendo a las acuarelas, poco hay que hablar de los materiales, que son los de siempre. Todas sobre Garzapapel de acuarela de 300 gramos, pigmentos Daniel Smith, salvo algunos cadmios de Rembrandt y pinceles variados de Escoda, últimamente de marta, los que tenía y dos de bolsillo de kolinsky Tajmyr, unas joyas. Sólo comentar que las sombras se van haciendo con una mezcla de ultramar y amatista. Cuando quiero oscurecerlas más, añado un escrúpulo de índigo o sodalita pues, aunque el violeta de amatista es especialmente intenso, siempre busco un matiz azulado es esas sombras. De la granulación de algunos de estos pigmentos poco hay que hablar, que a la vista está.
    La siguiente acuarela es la entrada al Palacio, caserón de mitad del XVIII que se edificó como vivienda de los Verasastegui, señores de la villa. En la actualidad, desde hace muchos años, es de una familia de unos buenos amigos míos, por lo que desde hace más de treinta años he podido disfrutar de comidas en el hermoso patio que empieza a la derecha de lo que se ve, bajo un añoso castaño de indias y cafés en un inmenso salón con zócalos de azulejos árabes que parece de la Alhambra. Y de dormitorios en los que cabe un apartamento de los que hoy se estilan. La parte mala es mantener, limpiar y calentar una casa de 800 metros cuadrados.

   Un rincón de la Mejorada, antiguo bosque de encinas centenarias milagrosamente conservadas. Atravesado por la acequia que lleva al pantano de Almansa el agua sobrante de la vega de Alpera, que no tiene rio pero sí muchas fuentes y veneros. Yo vivía en Alpera en una casa a 50 metros de ese parque. Entonces crecían unas orquídeas con forma de abeja que no sé si siguen existiendo. Yo no las he vuelto a ver en el sitio en que las encontraba. En Mesones, cerca de Riópar en la sierra del Segura sí que las he seguido viendo y fotografiando.
    En la Laguna a pocos kilómetros de Alpera, acuarela de lo que veía todas las mañanas mientras me tomaba el primer café, desde la casa de Ellis Jacobson. Había unos burros sueltos disfrutando de los verdines y del sol, aunque cuando apretaba buscaban la sombra. Se escuchaba el rumor del agua pasando por la acequia del molino, ese dificio que se ve a la derecha. Como puede apreciarse, una hermosura de lugar.
Esta otra es de las inmediaciones de la Cueva de laVieja, en el cerro del Bosque, a 5 km. de Alpera.
   Una nueva versión de la calle del General García Trejo, también de Alpera. Es una calle muy larga y en este caso se ha pintado solo la parte final.
    Las siguientes son acuarelas de distintos parajes de Tobillos, una finca enorme cercana a Alpera y a La Laguna. La primera, la que abre esta entrada es del mismo lugar.


     Lo que más me gusta de esta acuarela, tal vez lo único, es ese rebaño que aparece a la derecha. Y me gusta por que desde lejos se ven cosas no pintadas, pues pocos trazos lleva la cosa, menos de uno por oveja.







miércoles, 7 de mayo de 2014

Acuarelas de mayo - ALICANTE


    Recurriendo a apuntes y fotografías de algunos de los cientos de temas que merecen ser pintados en la ruta desde Alcoy a Alicante, recorrido que hago con cierta frecuencia, he hecho algunas acuarelas y pruebas. Es la primera una acuarela de 56 x 37 cm. recogiendo una vista hacia Alcoy desde Guadalest. De este último lugar también habrá que pintar algo, que tiene tema. Una maravilla. Además allí compré una miel excelente de azahar y otra de limón. Me viene a la cabeza porque, en algunas fórmulas de elaborar los pigmentos, se utiliza la miel como ingrediente, las Sennelier sin ir más lejos, que se han usado en esta pintura. El azul cerúleo, menos cubriente y pinturero que en otras marcas y los amarillos y ocres, bastante intensos y agradables. Los verdes salen de las mezclas con los azules utilizados (ultramar e índigo, también de Sennelier) y el verde de jade de Daniel Smith, que me encanta.
   Habrá que probar a añadir más miel a algunos pigmentos a ver qué pasa. Con seguridad dulcificará los tonos, algo solo perceptible al lamer la acuarela. Tal vez añada brillo o acudan las moscas y me quede una obra tipo Damien Hirst, Dios no lo permita. No sé, no sé...
   Es la anterior una libre interpretación de una, hasta hace poco, hermosa plaza de Alicante. La dedicada al doctor Balmis, que me pilla al paso cuando voy a la Decoradora a reponer algunas cosas. Digo libre porque me he centrado en el trencadis que ofrece un cromatismo maravilloso, aunque no se ajusta a la realidad, ya que lo que aquí se muestra como un muro, en realidad cierra un espacio más o menos rectangular. No se molesten en ir a comprobarlo a esta plaza pues hace un par de meses que han arramblado con ella para conseguir un espacio más diáfano, es decir, algo horrible y menos acogedor. Por lo que leo, eso es lo que se pretendía, hacerlo inhóspito para ahuyentar gentes de mal vivir que allí se acomodaban. Tal vez se debería haber contemplado la posibilidad de solucionar el problema poniendo los medios para que las gentes de mal vivir vivan mejor, en lugar de labrar el bancal y asolar algo tan hermoso. En un hilo sobre el tema en facebook compruebo atónito que esta ocurrencia es frecuente entre los munícipes nacionales y los de allende la mar acéana. Se devastan ciertos espacios acogedores para que dejen de acoger a gentes de moral distraída o que son considerados molestos y sospechosos por vecinos, comerciantes o ediles. Incluso se han hecho rodajas árboles centenarios porque servían de parapeto a descuideros y carteristas. Deberían de tener en cuenta las autoridades que tanto velan por nuestra seguridad que, en la mayoría de los países, los ciudadanos ya salimos de casa robados. Por ellos y por los bancos, corporaciones y monopolios que con sus leyes amparan, mientras los dirigentes de las mismas les mullen y preparan los sillones que en los consejos de administración les aguardan para cuando abandonen la cosa pública. A su suerte.
   Ya había hecho anteriormente una aguada con tinta china sobre ese mismo lugar. Y no va a ser lo último que haga sobre esa desaparecida plaza. Bueno, la plaza en realidad no ha desaparecido, pero ha quedado diáfana. Una columna sostiene en ella el busto del doctor don Francisco Javier Balmis y Berenguer, cirujano de la corte de Carlos IV, nacido en Alicante en 1753. Este benemérito personaje promovió y realizó la expedición Balmis, para llevar la vacuna de la viruela a América, desde el sur de Estados Unidos hasta el cabo de Hornos, Filipinas y, ya puestos, a Cantón y Macao. A la vuelta de tan largo periplo, aún le quedaba vacuna y humanidad para dispensarla en Santa Elena, a pesar de que, siendo territorio británico, no tenían cartilla de la seguridad social. Pero eran otros tiempos. No se merecía que le destrozaran su plaza. También sería interesante saber cuántas calles y plazas tiene dedicadas en el mundo este bendito señor, que se jugó su propia vida para salvar millones de vidas ajenas. No es la gratitud y el recuerdo algo que abunde, por lo que me temo que muy pocos bichoznos saben que están en el mundo gracias a que, para vacunar a sus desconocidos trastatarabuelos que vivían a miles de millas, este cirujano de la corte de Carlos IV, abandonando lujos y comodidades, se lanzó al mar desde La Coruña a bordo del María Pita con tan noble misión. Por eso le voy a pintar a su antigua y derruida plaza otra acuarela mejor. ¡Por estas que son cruces!
   Esta fue la primera expedición internacional sanitaria de la historia, en un momento de especial virulencia de la viruela, si se me permite el juego de palabras. Descubierta la vacuna en 1796 por el inglés Edward Jenner, que publica su descubrimiento en 1798, ya en 1803 se lleva a cabo esta expedición para vacunar masivamente a los pobladores de todo el Imperio español, además de obligar por una real cédula a dedicar una sala en todos los hospitales a mantener la vacuna. Como esta expedición tiene su punto surrealista, conviene conocerla mejor. Por ejemplo en este enlace.
   Torre de Penella, en el término de Cocentaina, en la misma ruta por las cercanías de Alcoy. Hermoso lugar y hemoso recorrido, sobre todo en primavera, cuando los almendros están en flor. De unas fotos de esos parajes y momentos sale la siguiente, en la que no le he hecho ascos a terminar con unas pinceladas de tinta china blanca, que queda más natural que las reservas con líquido enmascarador, aunque sea este último un recurso —o truco— mejor visto en el gremio que el pigmento cubriente. Con llamarle técnica mixta se soluciona el problema.