El pasado fin de semana fuimos una vez más a "El Cisne", entre Benidorm y El Albir. Alrededor de un edificio circular en que se ubican varias tiendas de anticuarios, ha ido creciendo en tamaño y en actividad un complejo encantador. Bajo palmeras y al aire libre, aunque cubierto y sombreado, podemos hacer unas compras en el mercadillo en el que se reúne un Babel de lenguas y personas: libros usados, casi todos en inglés o alemán, como quienes los venden, jabones artesanos, objetos naúticos, bronces, macetas, ropa, plumillas, cerámicas y un largo etcétera. Siempre acaba uno comprando algo antes de sentarse a tomar una pinta y a disfrutar de la música en vivo que, al menos los fines de semana, se ofrece.
A algunos de los vendedores profesionales de antigüedades, ya los habrá encontrado uno en otros paseos por los rastos de Jalón, Calpe, La Nucía y otros lugares cercanos, todos merecedores de una visita. Entre las compras afortunadas que recuerdo están algunas docenas de lapiceros alemanes antiguos, algunos palilleros, un libro inglés de acuarelas de pájaros, otro de acuarelas inglesas de principios del siglo pasado, alguna pastilla de jabón de lavanda, tazas de porcelana para el té, también inglesas, un bastón con una cabeza de cobra en bronce, una trompeta, —como puede verse, todo cosas imprescindibles en una casa— y este fin de semana, sin posible resistencia ante tamaña tentación, han caído dos cuadernos indios con tapas de cuero muy adecuados para dibujar.
Primero compré un cuaderno a los amabilísimos ingleses que los ofrecían (10 euros este modelo). Como en la bolsa, no casualmente, llevaba algunas cosas para dibujar, como primera providencia tomé asiento y una cerveza, en ese orden, y me puse a dibujar un tronco de palmera y una maceta que tenía justo delante para probar el cuaderno recién comprado. El tamaño, 23x13, muy adecuado para llevarlo en la bolsa. El papel, cosido en cuadernillos, es un esponjoso, suave y absorbente papel de fibra, parecido al de arroz. Hay que ir con cuidado porque la tinta tiende a extenderse, aunque de forma bastante controlable. Conociendo el percal por mis probaturas con el papel chino, puse unas servilletas debajo de la hoja que estaba dibujando, sabiendo que se iba a calar, sobre todo cuando le di unos viajes con el pincel de agua, en este caso de cerveza, que agua no tenía, pues no iba a pedir una botella para mojar dos veces, con la sequía que hay. Seguramente esto contribuyó a dar más calidez a la tinta sepia que llevaba cargada la pluma (una Rotring Art Pen EF). Se muestra el resultado y una foto con el modelo pintado, la situación y el que dibuja —y escribe— que, por cierto, ha salido guapísimo en la foto.
En ese cuaderno, mostrado en la foto anterior, sin moverme de la mesa, una vez repuesta la cerveza, pues el papel ya he dicho que chupa mucho, y porque a mi avanzada edad la deshidratación es un peligro al que temo más que a una vara verde, girando con grandes trabajos mi organismo unos treinta grados a babor, dibujo, esta vez con una Osmiroid Sketch con tinta negra, lo que desde allí se otea y divisa. Como la gente no se está quieta, no sale en el dibujo, únicamente se sugieren algunos bebensales en el altillo donde, mientras tanto, un señor canta acompañando sus trinos con un violín electrico blanco muy vistoso y chillador, unas canciones tradicionales irlandesas coreadas y aplaudidas por gran parte de la concurrencia. Como he ido anotando la hora de cada dibujo, claramente se ve que ya es la hora de comer, y más bien pasada, pues sabido es que en Guirilandia se nutre el personal antes que aquí, aunque enseguida se aclimatan. En este proceso de aplatanamiento y superación del jet lag gastronómico contribuye de forma no despreciable la ingesta de sangría, que suma sus efectos al sol para que nuestros visitantes adquieran ese tono de marisco recién cocido tan agradable, que ellos muestran orgullosos.
Según se anuncia en carteles en varios idiomas, la paella se sirve gratis, si se pide acompañada con una dosis de bebida adecuada, que viene a ser de un litro y medio. Fresquita les entra muy bien. Nos quedamos a comer, aunque con la frugalidad etílica propia de los nativos.
En este lugar al que siempre vuelvo con agrado, la mayoría de los clientes y personas que atienden los bares, restaurante, tiendas, puestos y demás, son extranjeros, por lo que, creo que con buen criterio, han incluido otras músicas y actuaciones más locales y castizas, aunque espero que no nos priven de seguir escuchando algún grupo de jazz, de bluegrass, de música irlandesa con violín y banjo, etc. En esta ocasión me sorprendió escuchar cantada a grandes y afinadas voces "Granada" y, algo más tarde, mientras tomábamos café y el resto de los asistentes ya se habían pasado de nuevo a la cerveza, apareció un cuadro flamenco con bailes y música bastante dignos, visto con atención y premiado con grandes aplausos por parte de la concurrencia.
Antes de ésto había hecho un dibujo con bolígrafo Bic negro en el nuevo cuaderno, tirando de cangreja para maniobrar otros 45º a babor. En este mar de cerveza el vigía siempre atisba y avizora buen puerto .
Antes de irnos del rastro, hice un intermedio en el dibujo para ir a comprar otro cuaderno. Aunque todos estaban recogiendo ya los apechusques, me mostraron todos los cuadernos que había en la caja y me llevé otro distinto, más grueso, de mayor tamaño y con papel diferente. También con tapas de cuero, con una piedra incrustada dentro de un círculo repujado. Cuando lo estrene, os lo enseñaré.
Después de comer, nos pasamos por la playa de El Albir a tomar un helado, ocasión aprovechada para hacer en el cuaderno otro dibujo. Como en los anteriores, terminado el boceto, hice una foto del lugar. Creo que ver el tema dibujado y la interpretación que de él se hace, puede ser instructivo.
Estos lugares turísticos, frecuentados por personas de distintas procedencias, cada uno a lo suyo, dispuestos a pasarlo lo mejor posible, ayudan mucho a soltarse en eso de dibujar entre gente. Sentirse observado, puede resultar violento, verse rodeado de encimarios, totalmente insoportable. En estos lugares la gente no te hace, lo que en términos ciéntificos podríamos denominar, ni puto caso. Maravilloso.