lunes, 30 de septiembre de 2024

PALETA Y PIGMENTOS. Y acuarelas de septiembre 2024.

Sombras: Amatista y cerúleo. Flores: Quinacridonas.

Cielo: Cobalto y cerúleo. Sombras tronco: amatista. Verdes: mezclas con jadeíta.
   Reúno en esta entrada todas las acuarelas pintadas durante el mes de septiembre de 2024. Veo que no han sido pocas. Queda hacer algunos comentarios sobre algunos detalles de la faena y de los materiales empleados, ya que en los temas hay pocas novedades, pues los árboles siguen siendo los protagonistas principales. Pintar cardos ya va siendo casi otra costumbre y entre los árboles los hay del terreno, olivos, pinos o almendros, junto a muchos eucaliptus australianos.

   Los pigmentos, los colores, siguen siendo mi interés principal. No paro de probar marcas y colores nuevos. Como ya he contado en demasiadas ocasiones, de esas probaturas saca uno algunas conclusiones, optando por pigmentos concretos que acaban siendo los que más usamos, los que nunca nos faltan. Observo que la tendencia es a ir racionalizando las cosas, aprender de esas pruebas para dar con lo que conviene comprar y lo que no. De forma que, en dos entradas, voy a retomar el asunto de los pigmentos y de la paleta, que ya ha he tratado anteriormente.

 Una cosa es emplear el dinero en probar cosas nuevas, algo que ya me he resignado a cometer; otra sería reincidir al adquirir un pigmento por el resplandor de su nombre o de su fabricante si he encontrado otro, a veces tres o cuatro veces más barato, que es exactamente igual. Incluso mejor.

Hay marcas con una larga presencia desde hace muchos años en el mercado. Casi dos siglos en algunos casos. Saber que esas marcas inventaron todo, desde algunos pigmentos y mezclas hasta la presentación en pastillas y tubos que, en el caso del óleo, permitieron por vez primera pintar en el campo, fuera del estudio. Sin ello, y sin otras cosas, claro está, nunca hubiera habido impresionistas y lo que les siguió. Pensar que usamos marcas que utilizaron pintores famosos que admiramos y vemos en los museos no es cosa menor, pero, siendo ya perro viejo, eso no justifica que paguemos por una tierra o por un pigmento barato y abundante, un precio injustificado. Puedo estirarme con algunos colores, un índigo, un lapislázuli o un cobalto, con otros no hay ninguna necesidad. Luego pondremos ejemplos, aunque ya hay docenas de entradas anteriores en las que se ha hablado de maravillas como el jade, la sodalita o la amatista. Son piedras semipreciosas, otro mundo, y por ellas sí merece pagar un precio que para un siena tostado, un ocre o un amarillo normal sería un disparate.

 Lógicamente, marcas como Sennelier, Talens (Van Goh o Rembrandt), Windsor & Newton (Cotman o Artist), o Schmincke, gozan de un merecido prestigio. Un renombre y una seguridad que se paga, claro. Nunca nos equivocamos al elegirlas. Como ocurre con otras que hemos encontrado después, aunque algunas eran bien conocidas en otros países o por parte de otras personas más entendidas o aventureras que uno, que ya es decir. Maineri, Lukas, Mijello y alguna otra que comentaremos después.

Las hay que no cuentan con ese plus de ser marcas centenarias, como ocurre con Daniel Smith, un descubrimiento que me deslumbró en su día. Un catálogo extensísimo, una gama tan amplia que cuesta elegir entre tanto color. Dado su precio, siempre elevado hasta en los colores que no deberían serlo, como ocurre con todas las marcas de postín, lo mejor es limitarse a unos cuantos de ellos, los que son difícilmente reemplazables por opciones más asequibles. Si, como es mi caso como paisajista, uno busca algunos pigmentos que granulen mucho para realzar las texturas de piedras, troncos y suelos, tal vez, además de los ya citados lapis, jade, sodalita o amatista, podríamos elegir alguna de esas tierras raras en la amplísima lista de marrones, pardos y ocres.

Cerúleo, ocre amarillo, siena tostada y negro de Marte
   Uno de los mejores productores de pigmentos, también con un catálogo inabarcable, mayor que el de ninguna otra marca, es Kremer, una casa alemana no demasiado conocida entre los aficionados. Suele vender los pigmentos en polvo, aunque fabrica acuarelas en pastilla y también el medio ya preparado para mezclar con los polvos y hacerse uno lo que quiera. Hay que pedirlos a Alemania, lo que no es un problema porque son rápidos, serios y no abusan de los gastos de envío. Allí se pueden comprar pigmentos de cualquier procedencia y tono, especialmente las tierras; también lapislázuli, índigo o sepia auténticos, junto con los colores tradicionales en los acuarelistas clásicos, como la alizarina, lacas, el caput mortum, el mummy brown y demás. Muchos son minerales, la mayoría, pedruscos traídos de todos los rincones del mundo, algunos sintéticos, los menos vegetales o de origen animal, como la tinta de sepia o el índigo auténtico. Es proveedor de museos y restauradores, pues comercializa incluso los colores prohibidos, como el blanco de plomo o algún verde venenoso, pigmentos que sólo sirve a profesionales que puedan acreditar la necesidad de usarlos, como es el caso de un óleo antiguo en un museo. El problema, como digo, es que sólo venden la acuarela en polvo o en pastilla. Colores que no uses mucho, más si eres un acaparador, se vuelven de piedra con el tiempo, especialmente las tierras. Pero son una opción buena a precios, no baratos, pero razonables.
   Eso del índigo auténtico parece capricho, exquisitez y derroche. Pero no. Hay unos pocos colores que son mezclas de la casa, llevan varios componentes y se suelen comercializar con nombres que no indican de qué son. De todas formas, todas las casas en sus productos indican los pigmentos que contienen, sea uno, lo deseable, o varios. Hay tonos muy usados que son mezclas afortunadas que mejor comprar ya hechas. Ocurre con el sap green, el verde Hooker, o algunos marrones de Schmincke inconfundibles. Otros, sin embargo, son mezclas con las que se intenta imitar un pigmento caro, como el cerúleo, la sepia, el índigo y algunos otros. No hay forma de hacer un cobalto, un ultramar, un lapislázuli y otros similares a base de mezclas. Pero sí algo que se parezca al índigo, o un marrón oscuro, vendido como sepia sin serlo o el caso del Pardo Van Dick, como pasa con el cerúleo. Para conseguirlos recurren al blanco y al negro, consiguiendo unos colores espesos, pintureros en exceso, cubrientes y fangosos. Hay que evitar tal cosa. O pagando marcas caras o buscando entre las baratas cosas más convenientes.

Por ejemplo, las White Nights, rusas, ofrecen colores de un solo componente que son iguales, si no mejores, que algunas más acreditadas. Tal vez no con la misma presentación pero sí en los componentes. Y van mejorando, ya venden acuarelas en tubo, pues hasta hace poco sólo las ofrecían en pastilla. Sus tierras, azules, verdes, amarillos, todo su catálogo es excelente. Eso sí, no ofrecen un índigo puro, ni lapis ni esas rarezas tan caras. Pero su precio es imbatible. En relación con su calidad, no conozco nada mejor.

   Talens y Windsor & Newton tienen dos gamas, una profesional y otra más económica, Rembrant y Artist las mejores, Van Gogh y Cotman, las más económicas. En muchas de ellas aparece un color apellidado 'hue'. Indica tono conseguido mediante mezclas. Probando, llega uno a la conclusión de que, para buscarle diferencias decisivas a un siena tostada o un ultramar de las series baratas respecto a las caras, ya hay que afinar. Incluso te puede gustar más el ultramar de Van Gogh que ningún otro, especialmente si lo vas a mezclar con su siena tostada. Cuestión ya de gustos, no de calidades. Con el cerúleo ya es otra cosa, mejor el caro. Los índigos, salvo Kremer, que conozco y uso desde hace más de diez años, y algún otro fabricante que últimamente he encontrado, que también lo cobra bien por cierto, ninguno es el genuino, obtenido de la planta indigotera tinctoria. Y no hay color, nunca mejor dicho, si los comparamos con todos los demás, que llevan un azul y negro.
En las buganvillas, flores o luces doradas, nada hay como las quinacridonas. Las descubrí de Daniel Smith y probé toda la serie, desde rosas pálidos hasta morados oscuros, pasando por todo el abanico de amarillos y rojos. Una transparencia asombrosa que, además, mezcla maravillosamente. Luego, mirando las etiquetas de otras acuarelas más baratas, como las Españoleto de Alcoy, ves un rosa geranio, un magenta, un morado, y te enteras que es la misma quinacridona cuatro veces mas barata. Se puede ser exquisito, pero si puede ser, hay que procurar no ser tonto. Los tonos dorados de este almendro de Sisante (Cuenca) son quinacridona Gold y Deep Gold. Oro y oro oscuro.
Quinacridonas oro, amatista, jadeíta, negro de Marte
El verde del fondo es jadeíta, de Daniel Smith. Los rosas son de quinacridona. En algunas zonas se han matizado las sombras con amatista.
   Las sombras de este árbol siguiente las hice con Amatista de Daniel Smith. Muy diluida porque es un color muy intenso, pero muy transparente. Inconfundible.
  Las sombras de este árbol siguiente las hice con Amatista de Daniel Smith. Muy diluida porque es un color muy intenso, pero muy transparente. Inconfundible.
  Termino con una acuarela pintada con pigmentos de Titán, de la serie Bizancio, que compré hace mucho tiempo. Colores muy intensos y brillantes, transparentes y hermosos. Su precio es más que razonable:



miércoles, 21 de agosto de 2024

Pintando de nuevo

   He recogido en esta entrada lo que he ido pintando a lo largo del verano. Creía que era menos. Hay de todo, rincones, flores, cardos, agua y árboles, que nunca faltan. He utilizado papeles de Soennecken, Garzapapel y Bockinford. Granos fino o santinado. Pigmentos de costumbre, una paleta amplia ya consolidada de la que en cada acuarela se utilizan muy pocos de ellos. Predominan los de Daniel Smith que he ido dejando ya fijos, como algunas tierras buenas para la granulación, como el Lunar Black, tan transparente además y que tan bien mezcla. No uso otro.

Azules veo que, cada vez más, utilizo el Cerúleo, un pigmento del que antes huía como gato del agua. Antes usaba de los más caros, para no caer en las mezclas abominables que incorporan blanco de las series más baratas, dando un tono pastoso y pinturero en exceso. Rembrandt, Daniel Smith o Windsor & Newton. Al final, he acabado recargando la paleta con el cerúleo de White Nights, un azul delicado, que granula como suele ocurrir con este pigmento y, además, mucho más barato que las marcas punteras. No tiene nada que envidiarles. Voy buscando este tipo de pigmentos de menos relumbre pero tanto o más hermosos que los más caros. Me pasa igual con el azul cobalto, carísimo en algunas marcas. El Lunar Black de Daniel Smith va teniendo cada vez más competencia en otras marcas que comercializan el mismo pigmento con el nombre de negro de Marte, la magnetita de Kremer..

Sin embargo no puedo prescindir del verde de jade, el violeta amatista, la sodalita o el lapislázuli de Daniel Smith. No he encontrado nada mejor. He ido buscando un buen índigo, natural, puro, principio comprando el de Kremer, siempre laborioso de conseguir, online desde la casa en Alemania. Compré uno italiano, Nina colori, bastante bueno, y caro, y ando escarbando en los extensos catálogos de marcas como White Nights, Rosa Gallery o los de Aquiarius de Roman Szmal, estos últimos de un precio medio. Lo malo es que se pierde uno entre tantas posibilidades, es imposible probarlos todos, aunque, poco a poco, voy escarbando en esos catálogos. Tierras, azules, verdes... De vez en cuando encuentra uno alguna cosa nueva que te sorprende.

Nunca faltan los cadmios o el carmín de alizarina de Rembrandt, como el Sap Green, tubos grandes a buen precio, posiblemente la marca que mejor relación calidad precio ofrece en el mercado. El ultramar y el siena tostada suelo usar los de Van Gogh, a veces de W&N. Tampoco el Smalt de Windsor & Newton me falta, un azul violáceo maravilloso. Verdes oscuros hay varios que suelo alternar, desde el perileno hasta el sap green oscuro, intensísimo de Daniel Smith. Hay un verde que se llama así: verde, de White Nights que es muy parecido, pero vale la cuarta parte.

Tengo desde hace mucho tiempo todos los quinacridonas de Daniel Smith y algunos los he tenido que reponer, como los amarillos oro claro y oscuro, mientras otros se usan menos, casi siempre para pintar flores, toda una gama desde el rossa más pálido, pasando por el magenta o los tonos vinosos, hasta llegar al violeta intenso. Maravillosos por transparentes y mezclan muy bien.

Bueno, con esos colores y papeles, algún pincel de marta, de petit gris y, más a menudo, chinos, he ido pintado estas cosas:
   Como los tengo en el balcón y en elféizar de la ventana, de vez en cuando me entretengo en hacer apuntes y bocetos de las formas caprichosas de las petunias y de la delicadeza de sus colores. Aquí entran las quinacridonas, como el coral, o el carbozole de DS, un violeta profundo e intenso, a veces sólo para manchar un poco el agua.
Los verdes Sap green y jadeíta.




domingo, 30 de junio de 2024

Tras la exposición


   Después de la exposición (demasiado trabajo, demasiadas acuarelas pintadas en poco tiempo), me he tomado un par de meses de vacaciones, lo que, para un jubilado, es para nota. Para pintar hay que tener ganas, cuesta hacerlo por rutina y más aún permitir que se llegara a convertir en una obligación. De forma que es ahora en junio, cuando he vuelto a pintar. Dos acuarelas, una de Fuensanta, en La Roda de Albacete y otra de Consuegra. Además un Herbario, con especies autóctonas, algunas de ellas amenazadas.

   Buen papel para pintar, pero malo para la caligrafía con plumillas que mal se llevan con texturas y rugosidades. Excusas de mal pagador aparte, lo cierto es que esto de la caligrafía requiere mucha práctica, esa que a mí me falta y que se acusa en los resultados de la rotulación del herbario. Otra vez elegiré papel más adecuado y practicaré un poco antes de lanzarme al ruedo.
A finales de mayo, una escapada al mar, a Cabo de Palos, en Murcia. Descanso, mirar, leer, dibujar, comer y beber, todo ello con mesura y contención, claro está. Precioso lugar, como ya sabíamos de otras veces. 



   Como últimamente leo más que pinto, a pesar de que ya tenemos demasiados libros, difícil resistir a la tentación de añadir algunos más. 




Como se dice que para ser feliz sólo hace falta, además de salud, una biblioteca y un jardín, reponemos plantas en un vivero para alegrar el balcón con algunas flores.









jueves, 9 de mayo de 2024

Exposición en La Roda


Mi buen amigo y excelente pintor Alfonso Ruíz me propuso realizar una exposición conjunta de nuestras acuarelas en su pueblo, La Roda, en una antigua ermita hoy restaurada, un espacio inmenso que es todo un lujo. Se completaría con una muestra de los trabajos minuciosos de Javier Carrasco, otro amigo, de modelismo estático. Imposible no aprovechar la ocasión.

Tenía, como se puede suponer, cientos de acuarelas en las carpetas. Habían pasado cinco años desde la última exposición que hice y se habían amontonado. Había mucho de donde elegir. El único problema era que gran parte de ellas, seguramente las mejores, las había pintado en formatos pequeños, que me resultaban más cómodos de manejar aunque, en realidad, más difíciles de hacer. En muchos sentidos cuesta más pintar una acuarela pequeña pequeña que una grande y los pinceles pequeños pueden derivarte a un exceso de minuciosidad, para mi forma de hacer. Por otra parte, la inmensidad de la sala requería un número elevado de obras y unos tamaños razonablemente grandes. Si no, parecería una exposición de postales en esas paredes descomunales. De forma que, desde enero, he pintado varias decenas de acuarelas de formato mayor. Las he ido poniendo por aquí.

Pintarlas, ponerles su paspartú (o marialuisa) y enmarcarlas fue cosa ardua y costosa, porque, al final, colgué nada más y nada menos que 45 acuarelas. Un disparate. Y también  una hermosura, La verdad. Con verlas allí colgadas, aunque sólo fuera para verlas yo, ya habría merecido la pena el esfuerzo.
 
La exposición se inauguró el día previsto, acudió mucha gente, hubo discursos, magdalenas y cuerva, muchos amigos y, a la hora de cerrar nevó. Volvimos a Albacete conduciendo a tientas, que poco se veía. Pero todo acabó bien. Seguimos yendo a La Roda cada día de los quince de la exposición. Todas las tardes, las dos horas que permanecía abierta, había gente dentro, treinta o cuarenta personas al día, que no es poco. Y aún es más reconfortante ver cómo mucha gente veía una por una las acuarelas, con calma, no como de paseo, que suele ocurrir. Incluso interesándose por la técnica utilizada o los materiales. Fueron la televisión y la radio locales a hacer unas entrevistas bastante extensas y, el día previsto, cerramos la exposición. A casa volvieron bastantes menos acuarelas de las que salieron de ella y, la conclusión es que, como decíamos al principio, sólo por verlas colgadas en un sitio así, por mí y por los visitantes, ha merecido la pena.

Como ya se dijo en las palabras de presentación el día en que la inauguramos, antes de todo vayan los agradecimientos a todos los que la hicieron posible y fácil desde Alfonso Ruíz, el promotor del invento, pasando por el Ayuntamiento de La Roda, a su alcalde y Concejalía de Cultura, por las facilidades para disponer de este espacio y su colaboración en al evento, para terminar con lo más importante, a los asistentes a la inauguración o en los días posteriores, vinieran de cerca o de lejos, conocidos o desconocidos, que de todo hubo. Muchas gracias.





Pasada la exposición, olvidados los trabajos, las prisas, los viajes y demás asuntos relacionados, tras casi dos meses sin pintar nada nuevo, se impone ir volviendo a tomar los pinceles con recuperada ilusión. Nos pondremos a ello.