Los últimos quince días han sido especialmente espesos. Además del montaje e inauguración de mi expo de dibujos y acuarelas, mucha música: reuniones, ensayos, bolos, conciertos, con sus correspondientes montajes, desmontajes y nervios. Todo ello con final feliz. Alabado sea el Altísimo.
Presentación de nuestro grupo Flashback en el Chapó, el 19 de mayo. Con Pascual Ortiz, Segis Armero y Paco Arteaga. Entre los cuatro, unos 160 años de música y amistad. |
El 22 de mayo, inauguración de mi exposición de dibujos y acuarelas, en la Casa Vieja. Seguiremos allí hasta el 20 de junio. |
Después de esos quince días, uno llega a la conclusión de que se merece unos días de descanso, compartidos con quien con su apoyo y paciencia ha facilitado que pudiera hacer tantas cosas. De forma que, una vez libres de compromisos y obligaciones, hemos hecho como el sol en invierno y nos hemos ido para Alicante, la millor terreta del mon. Cuando digo Alicante, me refiero a Calpe, Jalón, Campello, Benidorm, Alicante y escalas en otros puertos. Como el plan era descansar, se ilustran mis intenciones con la siguiente panorámica, que hace inevitable sacar los apechusques de pintar y ponerse a dibujar el paisaje:
Al fondo, el peñón de Ifach, en Calpe. Para los navegantes de la Antigüedad este inmenso farallón era la segunda de las Torres de Hércules, pues la otra era Gibraltar. Ifach, la del norte, le llamaron los fenicios y así se sigue llamando. Lo que se dice un lugar y un topónimo con solera. Con el lema "Non Plus Ultra", estas torres aparecen a diestra y siniestra del nuestro escudo nacional. De forma que aunque muchísimos estadounidenses no lo sepan, y además lo ignoren, esa columna y la de Gibraltar, junto con la orla del lema citado, son el símbolo de su amado dólar $, pues en tiempos lejanos era la moneda del imperio español, con sus emblemas, la universalmente tenida por buena. La vida da muchas vueltas, más que una moneda al caer.
Habitado desde siempre, tanto el peñon como la zona que le rodea, ha sido atalaya, refugio,
referencia para navegantes... Iberos, romanos, bizantinos, árabes,
aragoneses y castellanos han dejado murallas, monedas, cerámicas, muros y
recuerdos. Abajo, en la orilla del mar, Los Baños de la Reina, que es como se suelen llamar a estas piscifactorías romanas de forma tan romántica como inexacta. Las hay en Altea, Calpe y Campello. Las de Altea no las conozco todavía.
Dos días antes, con la misma pluma (una Pilot Artist Pen EF) y tinta siena, ya habíamos hecho un dibujo en ese cuaderno de Paper Blanks de la torre de El Campello. Aunque es bastante ajustado a la realidad, el dibujo es más como lo recuerdo que como se ve desde donde lo he pintado, semioculto por otras construcciones, el puerto deportivo, carteles, coches y demás. A veces conviene dibujar cómo eran las cosas. Incluso como debieran de ser, por supuesto eliminando todo lo que no aporte nada relevante y positivo a la composición.
Un detalle me gustó, una gran piedra tras esas plantas de Aloe Vera. De forma que un apunte, una foto y otro proyecto de acuarela al cajón.
Detrás del torreón, edificado entre 1554 y 1557 para otear piratas e invasores, siguiendo las órdenes de Buenaventura de Cárdenas, virrey de Valencia, se encuentran los Baños de la Reina de Campello, la Illeta dels Banyets, con
piscinas talladas en la roca para retener los peces de la factoría de
salazones, materia prima para elaborar el "garum", que venía a ser el
rotundo ketchup de los romanos, algo así como la salsa Worcestershire o las
típicas orientales de pescados fermentados.
Hace años se llegaba a esa zona de rocas talladas, de aguas cristalinas ideales para bucear, andando por encima de la zona hoy excavada. Se puede llegar andando, pues ese islote se separó de la costa por un terremoto y se ha unido a ella de forma artificial. Es zona habitada desde hace 5000 años por los primitivos pueblos y culturas aborígenes, por los iberos y después por todos los pueblos del Mediterráneo que se han ido turnando a lo largo de la historia para invadirnos, según acreditan los restos hallados. Entre ellos de varios templos y unas pequeñas termas romanas, vestigios de la villa que se debió construir por quienes explotaron esos viveros de peces para hacer con parte de ellos la mencionada salsa.
En Benidorm me dediqué a pintar árboles, lo que requiere eliminar todo lo demás: coches, autobuses, turistas, tiendas de chinos, ingleses en poder de las uvas vociferando en paños menores en las terrazas de los bares... Mejor pinto árboles, obviando a estos señores que no saben beber. Ni tomar el sol, que ya están semicocidos por fuera, del todo por dentro, y el verano no ha hecho más que empezar.
Por último un apunte de un árbol y unos muros del Castillo de Santa Bárbara, en Alicante. Hice muchas fotos porque es enorme y cuesta trabajo recorrerlo todo, de forma que no creo que vuelva a menudo, aunque merece la pena. No creo que haya otro complejo defensivo en lugar más adecuado que este, con un tamaño tan desmesurado, con tantas almenas, murallas, aljibes, salas... y tan bien conservado. Hasta una taberna del siglo XV.
Además puede comprobar que vivir o trabajar en un castillo, con sus cañones recuperados de navíos históricos, sus aspilleras para lanzar las flechas a gusto, sus mazmorras, instrumentos de tortura y demás elementos defensivos y ofensivos, puede hacer que algunos de sus moradores se vuelvan hostiles, malcarados y desabridos. El guardia que protege la entrada sabe a quien me refiero y por qué. Pero lo comprendo. A quien no es capaz de entender bien su actual misión, un lugar así puede retrotraerle al pasado, incitándole a hacer desagradable una visita que no se ha conseguido impedir. Quienes hasta allí suben hoy en día no son enemigos, piratas berberiscos, vikingos o cualquiera otra marca o modelo de incordio, sino los turistas que le dan de comer. Su no entendida misión es dar facilidades, hacerles agradable la visita, provocar que deseen volver, dejar un buen recuerdo. No pido que te devuelvan la sonrisa, que no estaría demás, pues la mayoría lo hacen, pero cada uno debe sufrir en silencio sus dolencias gástricas o de otro tipo. Con Dios, hermano.
Además puede comprobar que vivir o trabajar en un castillo, con sus cañones recuperados de navíos históricos, sus aspilleras para lanzar las flechas a gusto, sus mazmorras, instrumentos de tortura y demás elementos defensivos y ofensivos, puede hacer que algunos de sus moradores se vuelvan hostiles, malcarados y desabridos. El guardia que protege la entrada sabe a quien me refiero y por qué. Pero lo comprendo. A quien no es capaz de entender bien su actual misión, un lugar así puede retrotraerle al pasado, incitándole a hacer desagradable una visita que no se ha conseguido impedir. Quienes hasta allí suben hoy en día no son enemigos, piratas berberiscos, vikingos o cualquiera otra marca o modelo de incordio, sino los turistas que le dan de comer. Su no entendida misión es dar facilidades, hacerles agradable la visita, provocar que deseen volver, dejar un buen recuerdo. No pido que te devuelvan la sonrisa, que no estaría demás, pues la mayoría lo hacen, pero cada uno debe sufrir en silencio sus dolencias gástricas o de otro tipo. Con Dios, hermano.