Parece ser que fueron fabricadas y utilizadas por vez primera en Gran Bretaña a finales del siglo XIX. No arañan el soporte, papel o tela, ni son atacadas por las tintas, cosas que pueden suceder con las afiladas plumillas de acero. Se usaron para marcar telas, por las cualidades citadas.
Se construyen a partir de varias barritas de vidrio (ocho normalmente) que, una vez calentadas, se hacen girar para unirlas y formar una espiral que termina en una suave punta. Esta puede ser suavizada con papel de arena, piedra de Arkansas, o cualquier otro abrasivo suave.
La tinta fluye por capilaridad, como en las de acero, y pueden almacenar bastante cantidad. Algunos modelos, aseguran que pueden llegar a escribir una hoja entera con una sola carga.
Ahora no son excesivamente difíciles de encontrar las que se fabricaron en Checoslovaquia entre 1900 y 1920, en diversos colores, como algunas de las que se han mostrado anteriormente.
En varios lugares he leído que, entre los esfuerzos bélicos de la I Guerra Mundial, por los que quedó restringido el uso del acero, se fabricaron plumillas de cristal que sustituyeran a las metálicas.
Entre las que han llegado a mis manos, algunas, muy pocas, llevaban un adaptador metálico para poder ser usadas con un palillero normal:
Más frecuentes son las de cristal de Murano, que siguen siendo fabricadas en la actualidad, típico souvenir turístico que pocos han usado para escribir, pero que pueden ser especialmente atractivos. En ellas el palillero, también de cristal, está unido a la plumilla.
Se fabricaron plumas estilográficas que utilizaban plumillas de vidrio, como las de la marca Spors, de Minnesota, en venta en los años 30, de las que aún pueden encontrarse algunas en buen uso.
Podemos encontrar modelos exclusivos, fabricados actualmente por algunos artesanos. Especialmente atractivos resultan los de Michael & Sheila Ernst, que podemos examinar en este enlace.
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