Hace ya bastantes años, nueve creo, que empecé a utilizar algunas acuarelas de Daniel Smith, atraído especialmente por las de la serie Primatek. Son unos pigmentos de origen mineral, resultado de la molienda de piedras de distintos colores, algunas de ellas semipreciosas, como la sodalita, el jade o el lapislázuli. Ya lo conté aquí en su momento y hay muchas entradas en las que se prueba y describe algún color concreto o se muestran acuarelas pintadas con ellos, comentando a menudo lo que, a mi parecer, aportan este tipo de pigmentos minerales.
En primer lugar su granulación, además de su belleza y transparencia. Muchos de estos minerales tienen una estructura cristalina y en algunos de ellos, una vez terminada la acuarela, al mover el papel ante una luz directa se ven puntitos microscópicos reflejar la luz, a causa de los pequeños cristales que contiene el pigmento. La amatista o el Sugilite producen ese efecto de una forma más evidente. No tienen nada que ver con otros colores, estos llamados Duocrome, irisados, a los que se les añade mica y que llevan al papel reflejos y refracciones similares a las del nácar de las conchas, el plumaje de algunos pájaros o los reflejos de las alas de las libélulas. Cuando se sintetizó por fin el azul ultramar y se pudo ofrecer a un precio asequible, a pesar de que químicamente era igual al que hasta entonces se sacaba del lapislázuli a un precio prohibitivo, ya había quien avisaba de que físicamente eran cosas distintas. La irregularidad de las partículas del pigmento natural reflejaban la luz de otra forma, la diferencia era sutil, pero evidente. Así ocurre con estos pigmentos que ahora comentamos.
Todo empezó para esta entrada, que me ha llevado casi un mes de trabajo, con las conversaciones con amigos acerca del Lunar Black, de su fuerte granulación y de su aprovechamiento, tanto utilizado solo, como mezclado. En facebook fui colgando algunas pruebas y comentarios dirigidos especialmente a mis amigos Joshemari Larrañaga y Ana Grasset, pues sólo de pigmentos, si acaso, tengo algo que descubrirles. Lo malo de facebook para estas cosas, aunque bueno para algunas otras, es que es información fungible, pasajera, algo que se pierde como las noticias de los diarios, que mueren al día, salvo para estudiosos que escarban en los archivos. Por eso recupero aquí algunas de las probaturas y de las acuarelas que hice y publiqué allí para ilustrar los comentarios sobre estos pigmentos.
Los pigmentos minerales son los más antiguos, los primeros que se utilizaron. Principalemente las tierras, los ocres. Según procedencia y aunque a veces se presentan juntos, su color va desde el blanco y el amarillo hasta el negro, pasando por toda la gama de marrones más o menos rojizos, incluso verdosos. Ellos solos ya nos brindan una gama que ofrece infinitas posibilidades cromáticas. Desde la más remota antigüedad se utilizaron, fáciles de obtener por su blandura y ubicuidad. A menudo para pintarse la cara o el cuerpo, siendo algún ocre concreto seña de identidad de algunos pueblos, también se usaba en lugares diversos y alejados para pintar de rojo los muertos que enterraban o para decorar las cerámicas que cocían. Pero principalmente estos ocres nos retrotraen a las pinturas rupestres, que utilizaban toda esa gama de colores para representar su mundo, cada uno con lo que más a mano tenía. Para no extenderme demasiado, no me detendré en anécdotas, descubrimientos y curiosidades de esos lejanos momentos del pasado, aunque merecería la pena hacerlo color a color, pues cada uno tiene su historia, incluso su leyenda. Por lo pronto, basta ver o recordar algunas pinturas rupestres, obras maestras de la humanidad que deberían bajarnos los humos acerca de esa idea de progreso, con grandes dosis de adanismo, que nos lleva a creer que hemos inventado todo, que nuestros lejanos antepasados eran parientes tontos que miramos con condescendencia. Los colores, los pigmentos, vienen a ser los mismos que yo he utilizado para pintar un árbol. Y se nota, como mi menor habilidad. Además, a mí me salen más caros.
Árbol. Acuarela. Pigmentos Primatek: Lunar black, Goethite
y Burnt Tiger's eye, sobre papel verjurado.
La goethita, mineral bautizado así en honor a Goethe, es otro óxido de hierro (oxihidróxido), una de las menas de donde se extrae ese metal. En las minas de Riotinto y Tharsis, en Huelva, se explotó industrialmente, como en Asturias, Vizcaya y Teruel. En Riotinto sobra decir de dónde sacan sus aguas parte de su color. El ojo de tigre es una piedra semipreciosa, con bandas de colores ocre y amarillo. El Lunar black es el nombre comercial que Daniel Smith da al negro de magnetita.
Con colores sacados de estas tres piedras, bien molidas, mezcladas con goma arábiga y metidas en tubo, se ha pintado esa acuarela. Mucho han tenido que viajar y sufrir hasta llegar a mi papel.
El árbol que sigue, también de una foto de mi amiga Edith Calisto Silva, está pintado con Hematite Genuine, otro pigmento de la serie Primatek de Daniel Smith, sobre papel Arches satinado.
Granula de forma parecida al Lunar Black o al Bloodstone, de los que ya hemos hablado, de forma que vale lo dicho sobre ellos, la necesidad de usar bastante agua para dejar jugar a las indecisas partículas hasta ver dónde ponen el huevo. Lunar blue o lunar red, se comportan de forma parecida.
Es más cálido que aquellos dos colores de la acuarela anterior y en la paleta vemos las partículas del pigmento, todas juntas, acechando, flotando en un aguachirle de color marrón rojizo claro, bastante apagado. En el papel ocurre algo parecido si no escatimamos el agua. También vende Daniel Smith, entre otros muchos pigmento de óxido férrico, el llamado Hematite Burnt Scarlet, más tostado y rojizo, como su nombre indica.
Me ha contado la Wikipedia que esta fue la primera piedra que fue bautizada con un nombre terminado en '-ita', que vendría a ser resumen, por aféresis, de lithos, piedra. Y fue acristianada nada menos que por el griego Teofrasto, unos 300 años antes de Cristo. Como Bloodstone, también por sus partes rojas, hace referencia a la sangre, como hematíes llamamos a los glóbulos rojos y hematocrito al porcentaje de ellos que hay en el volumen de una muestra de sangre. También se le llama oligisto, fíjate tú. Me refiero, claro está, al pedrusco no al análisis de sangre. Me entero de paso de que es la principal mena del hierro y que de ella salen muchas tierras rojizas usadas en las pinturas rupestres. A veces se presenta como rosas de hierro. De todo ello deducimos que, según la composición de la roca, variable según zonas, produce una gama muy alta de colores, más o menos oscuros, rojizos o agrisados según su origen y mezclas. Los más rojizos llevan proporción variable de arcillas, como el almagre. Incluso metálicos, aunque aquí hablamos de la hematita terrosa. A la más metálica, que se llegó a usar en la antigüedad para hacer espejos, se le llama especularita. Más pardo-amarillento sería Goethita, más negro, magnetita (el lunar black o el negro de Marte), y más azulado, pirosulita. Daniel Smith fabrica otro color de esta serie, que llama Goethite, y nosotros cuando estudiantes llamábamos «Pirolusito» a nuestro profesor de Ciencias Naturales, por su fijo y azulado mirar. Al final todo se junta, aunque me dediqué más a las artificiales.
Como las palabras aún me gustan más aún que los colores, siempre me han hecho gracia los nombres que les endosan a muchos minerales indefensos que se encuentran cerca de los volcanes, las emergencias de aguas, a veces fétidas y ardientes, donde suelen construir balnearios. Estos apodos minerológicos, más propios de una prima hermana que de un pedrusco: Jumillita, fortunita, cancarita, californita, y así. Van por Jumilla o Fortuna en Murcia, Cancarix en Albacete, o California, ya en tierra de infieles. Me enteré de estas circunstancias onomásticas informándome tras algunas visitas al valle de Ricote, antigua zona volcánica, que viene a ser la mesa camilla alrededor de la que han encontrado sentada una gran familia de estos minerales de nombre tan simpático. Y algo escribí sobre ello en otras entradas de este blog.
Ese nombre, «piedra de sangre», se refiere a las manchas o gránulos rojos que aparecen en el mineral donde Dios les da a entender. También se llama calcedonia o heliotropo, nombre que se ganó por la forma de reflejar el sol en algunas de sus variedades. Aunque principalmente se componen de cuarzo, también llevan, entre otras cosas, óxido de hierro y según aspecto y proporciones, a algunas se les llama jaspe. Según el pedrusco usado, al moler sale un tono distinto de pigmento, oscuro, cálido, algo parecido al bistre. En el catálogo se describe como color berenjena oscuro. Granula mucho, seña de que la molienda no es demasiado fina ni uniforme, por lo que esas partículas se disgregan y pululan nadando en el agua por encima del papel. Muy entretenido. Es parecido en comportamiento y resultado al Lunar Black, negro de magnetita, que además se puede pastorear con un imán. Usando papel satinado, liso o de grano grueso podemos influir más en el resultado final. Y, siempre, agua como si fuésemos regantes.
Cada color tiene su historia y su leyenda. O varias. La sangre de Cristo para los primitivos cristianos, la de los muertos en las batallas para los guerreros antiguos, señalando su presencia el lugar donde en algún momento se había celebrado alguna. En fin, hasta llegar a moler momias egipcias para hacer el cálido Mummy brown, en esto de los colores ha habido y se ha probado con todo. No es imprescindible, pero a mí me gusta conocer estas cosas al mojar en un color, porque añaden un no sé qué y un que sé yo al momento de dar un brochazo.
El Lunar Black es la marca comercial, la denominación que utiliza Daniel Smith para el negro de magnetita, el pigmento PBk11. Otros fabricantes lo llaman negro de Marte y Kremer, directamente magnetita, pero es el mismo. Bueno, dentro de que es difícil que los minerales se presenten como pedruscos puros en su composición, normalmente veteada, mixta o impura. En realidad hablamos de óxidos de hierro y estos pueden presentar proporciones variables de sus componentes. Luego intervienen la molienda, más o menos fina, así como la técnica inmemorial de tostar estas tierras para obtener un color nuevo, normalmente más cálido y oscuro. Hasta el rojo o el marrón más renegrido. Así, decir que el siena es el pigmento PBr6, o PBr7 tostada, no evita que los sienas comercializados por cada fabricante, como las tierras y piedras de que los obtienen, presenten de un 45% a un 70% de hierro, variabilidad que se traslada al color obtenido.
Se ha puesto de moda este color, esta granulación. Siempre ha estado en los catálogos de los fabricantes, como negro de Marte, Mars black, pero solo úlimamente es frecuente oír hablar de él, incluso sacar al mercado series de colores que lo incorporan para hacer granular otros colores más usados. Schmincke ha comercializado muy recientemente una serie de colores con nombres sugerentes, mezclas de negro de magnetita con ultramar, cobalto, cerúleo o sienas. Ya había comprado este negro de Kremer, luego el de Daniel Smith y después uno de Talens, de la serie Van Gogh, que granula igual, es bastante más calído y más barato, además. Incluso lo vende mezclado con amarillo o verde, amparado en un nombre exótico, como si fuera un invento. Las mezclas, prefiero hacerlas yo, que bastantes tubos tengo ya como para comprar los colores mezclados, que conozco infinitas formas mejores para acabar de arruinarme. Mientras se pueda, puros, de un solo componente.
Arriba, la sodalita, que a veces aparece junto al lapislázuli. Abajo, una acuarela pintada con lapis, sodalita y cobalto, tres azules. La fuente nevada en la plaza Benjamín Palencia de Albacete, en la esquina de mi casa.
Si las tierras se usan desde antiguo, en gran parte se debe a su blandura, que hace fácil su extracción, casi siempre en la superficie. Además de que las hay por todos sitios. Más difícil es encontrar otros minerales y, una vez encontrados, extraídos y acarreados, a veces desde la otra punta del mundo, queda moler estos minerales tan duros, cristalinos, hasta obtener un polvo finísimo, con partículas que se miden en micras. La foto anterior era de la sodalita, las siguientes de ojo de tigre y lapislázuli. Esa lejanía, escasez y dureza, es la que hizo que algunos pigmentos llegaran a costar tres veces su peso en oro. La historia del lapislázuli, el oro azul, precedente del ultramar, como la de otros pigmentos, es una aventura de largos viajes y rutas comerciales por zonas siempre conflictivas, de monopolios, guerras, significados religiosos, falsificaciones y enriquecimientos rápidos. Aun hoy es relativamente difícil y caro conseguir el mejor del mundo, el de Afganistán. Y no es que el de Chile o el de otros lugares sea malo ni barato, pero como en todo, también el romanticismo se paga. Desde luego no es algo que se encuentre en cualquier cerro, como las tierras ocres. Ni que se pueda sintetizar en un laboratorio, como se obtienen la mayoría de los pigmentos actuales. Hay libros, muchos y buenos, para disfrutar conociendo la historia compleja de estos colores.
Fuente de la Peña. Acuarela. Peñascosa (Albacete). De foto propia.
Con los pigmentos de estos días, Primatek de Daniel Smith: Lapis, sodalita, jadeita, burnt Tiger's eye, Lunar black y Hematite burnt scarlet. Papel Arches satinado, 23x32 cm.
Otoño. De otra foto de Edith Calisto Silva.
Aparte de un baño muy diluido de verde de jade (Jadeite) en algunas zonas, el resto cuatro pigmentos: Burnt Tiger's eye, Piemontite, Sodalita y Lapislázuli. Los mismos colores prácticamente que se usan en esta otra acuarela de un roble en Peñascosa (Albacete), de una escapada por esa zona serrana de hace unos días.
Como esto se va alargando, mejor dejarlo en este punto. Queda tema, quedan colores por probar y faltan muchas cosas que aprender. Si ya estas pruebas resultan una ruina, imposible comprar todo el catálogo, ni siquiera todos los de esta serie. Por lo pronto he comprado algunos libros sobre colores, de los que hablaré en otra próxima entrada.
Pero antes de terminar, una última acuarela, esta vez utilizando toda la artillería. Los Primatek de los que hemos hablado, añadiendo la gama de amarillos y rojos de cadmio y alguno de quinacridona. Un paisaje otoñal, de una foto de mi amigo Enric Serra Vilar, de Castellón.