Empieza el otoño y el campo se va poniendo guapo. De algunas fotos propias, otras ajenas y no pocas más inventadas que vistas, hacemos unas acuarelas con las cosas de siempre. Desempolvamos los cadmios y los dorados de quinacridona y los juntamos con sus complementarios que usamos mucho más a menudo: lavanda, amatista, carbozole, y las mezclas que solemos hacer con distintos azules y el carmín e alizarina. Los ocres tampoco varían mucho de los acostumbrados: siena tostada, ojo de tigre también tostado y bronzite. Poco más. Variamos los papeles, del satinado de Arches al granulado de Fabriano, pasando por mis queridos restos de Garzapapel, de textura delicadísima, que afortunadamente he repuesto comprando algunos restos que he encontrado a la venta por ahí.
Troncos. árboles copudos, de las cercanías, como la siguiente en la ribera del Cabriel, o eucaliptus de Australia, choperas o troncos viejos y casi resecos o quemados, Aýna en Albacete y otros de archivo. Poco más que comentar en esta ocasión, de forma que publico las acuarelas hechas por ahora en octubre, que luego se amontonan.
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