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domingo, 19 de abril de 2020

Dibujos y acuarelas en el claustro.

    Llevamos más de un mes recluidos en el convento. Y lo que nos queda. Dentro de lo insólito de una situación que nos muestra que somos capaces de adaptarnos a cualquier cosa, cada uno intenta llevarlo lo mejor que puede y a la vez, exponerse lo menos posible. Sobre todo los que estamos en edad de merecer. Unas personas sufren más que otras la situación y ahora no falktará quien eche de menos algunas aficiones que le ayudaran a llenar el tiempo con algo de sentido. Nos pilla la cosa con miles de libros, cientos y cienosw de discos, seis guitarras, una resma de papel de acuarela y varias docenas de cuadernos sin estrenar. De pinceles, tubos de acuarela, tintas o plumillas, para qué hablar.  En realidad he tenido que modificar poco mis costumbres, menos que otros, aunque echo de menos salir a tomar el aire y un café, o viajar a la playa o al campo. Por no hablar de que algunos eventos y encuentros que, como todo, han sido suspendidos.
   Dibujamos lo que vemos desde el balcón, las flores del alféizar, sobre todo unos pensamientos que están durando mucho más que nunca, algunos cactus que hace más de un mes empezaron a florecer, antes de que nevara sobre ellos en marzo y abril. La orquídea que acababa de perder la última flor, que aún está en la tierra de la maceta, ha retallinado y tiene dos brotes que han salido de una de las ramas que no se había secado. Las plantas también andan desorientadas.
   Siempre tengo reserva de fotos, la mayoría propias, de paisajes y árboles, siempre mis temas favoritos. De veza en cuando elijo uno y me pongo a jugar con sus texturas, las luces y las sombras de las cortezas retorcidas de los olivos.
   Además, hay amigos que ponen en las redes fotos maravillosas de sus paisajes, tan distintos a los míos. Como el amigo Vilaboa que siempre, desde Galicia, te pone largos los pinceles con sus aguas y sus verdores, incluso los que ve desde la ventana de su casa, como es el caso de la acuarela siguiente.
   O este otro, un bosque de Navarra que me ofrece mi amigo César Viteri para que cambie mis árboles por los suyos como tema para las acuarelas.
   Los pensamientos de la ventana, más felices que los que la sitaución permite a las personas, siempre viven bien, como toda la naturaleza, ajenos a estas y otras situaciones. Leo y veo en la prensa y en las redes cómo los animales se acercan con osadía y sorpresa a esos pueblos y ciudades, ahora deshabitadas y fantasmales, recuperando un terreno que en realidad siempre ha sido suyo. Somos nosotros los que estamos demás. Ciervos, jabalíes, cabras monteses, patos y otros animales suspicaces y huidizos pasean por las calles solitarias yu se encaraman a los tejados como buscándonos, o para ver que ahora los encerrados somos nosotros. Incluso en alguinos países se dan a vistas animales de especies que se habían declarado desaparecidas, o que por escasas hacía decenios que no se veían, como el leopardo de las nieves. leo con sorpresa y placer que los pájaros urbanos cantan más flojo, es decir, cantan como venían haciendo desde la noche de los tiempos hasta que tuvieron que ponerse a chillar para competir con nuestros ruidos, ahora silenciados. Los cielos están más limpios que nunca, brillan las estrellas más que nunca y han aparecido en muchos horizontes montañas lejanas que el humo borraba. Resulta que lo que es malo para los humanos, es bueno para la tierra y para todos sus habitantes tradicionales antes de la llegada incordiante y destructiva de esta especie advenediza, un problema con patas, ahora en problemas.
   Algunas veces, a falta de modelos al natural, me fijo en alguna escena de la televisión, hago un apunte rápido y luego una acuarelilla con lo que recuerdo.
    Hasta cuando dudamos entre hacernos un café con leche o un carajillo acabamos por montar un bniodegón con los elementos de nuestras dudas. No sé cómo hay gente que no sabe qué hacer, gente que se aburre, o quien no sabe qué pintar. De paso, aunque en realidad tengo el mismo tiempo que antes, todo el día, parece que se hace más largo, madruga uno más y tiene tiempo y ocasión para hacer cosas pendientes. Como recuperar antiguas grabaciones de algunos de los grupos en que hemos tocado, para compartirlas y ofrecer esparcimiento a los amigos que también están encerrados en sus cenobios. En youtube están, de Octavio Cuarteto, Kunta Quintet o Flashback, que poco o nada tengo de otros grupos anteriores.
   Como decía, de falta de libros para leer no me quejo, y me alegra ver que tenía bastantes pendientes de leer, cosa que no me suele ocurrir.
   Como a todo el mundo, nos ha dado por la cocina y por la panificación. Superado el problema inicial de no encontrar harina ni levadura, cada uno en la casa prueba y hace cosas que ni siquiera antes nos habíamos planteado. Y resulta que salen panes así. Un placer porque, además de evitarnos salir, están mejor que los que solíamos comprar.

2 comentarios:

  1. Señor José, menuda pinta tiene ese pan.. Hay alguna cosa que no se le de bien? Yo tampoco entiendo como la gente se aburre en sus casas. Si es el lugar ideal para hacer todo lo que no se puede hacer fuera. Tengo una amiga que dice que está deseando dejar de hacer cosas para hacer más cosas. Me quedan tantas cosas que investigar, que leer.. . Películas que ver.. .. Tantos dibujos por hacer.. Cambiando de tema.. Yo opino lo mismo sobre el ser humano.. Al final no vamos a ser tan buenos y somos los que sobramos en este planeta. Sólo espero que si nos extinguimos, por lo menos queden los restos del arte, que sería una de las cosas más valiosas que tenemos como especie. Aunque ya nadie pudiese disfrutarlo.
    Te envío mucha fuerza desde Galapagar. Ya queda menos!

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    1. Muchas gracias por tu comentario. Sí, no sé cómo hay quien se aburre, ahora o en cualquier ocasión. Demasiadas cosas hay para hacer y siempre falta tiempo.
      Lo del pan no es cosa mía. Estamos en casa cuatro personas en este retiro obligado y cada uno se aplica a una cosa, casi siempre de comer.
      Saludos cordiales.

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