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domingo, 23 de septiembre de 2018

Valle de Ricote



   Peladas, resecas y calcinadas por el sol, acuchilladas por las lluvias, limadas por el viento, las montañas que enmarcan el valle de Ricote nos muestran por contraste que el agua es la vida. El Segura se pasea entre ellas tranquilo, domesticado y alegre para convertir en un oasis lo que sin su concurso y el esfuerzo de sus moradores sería un desierto. Uno más del Campus Spartarius que encontraron los romanos, ya viejo cuando lo cita Estrabón, pues el cultivo extensivo del esparto, propio de las estepas del suereste español, sería algo decidido en Tiro y en Cartago hace 3000 años. Dejó este cultivo huella en la zona, muy deforestada, agravando la sequera y la escasa fertilidad de grandes zonas esteparias de Albacete, Murcia y Almería, hoy convertidas en eriales. Gracias al Segura, a sus aguas y a sus limos, los naranjos y limoneros, las huertas y los cultivos regados por las acequias ofrecen a las palmeras descollantes una visión amable y jugosa que esconde la dureza de la geología del lugar. 
    Hubo volcanes por toda esta región que en unas épocas fue laguna salada, que estuvo bajo el mar en otras, que vio a los dinosaurios ramonear entre la flora tropical, que hace seis millones de años fue un desierto de sal cuando el Mediterráneo se secó y que sufrió las iras de los empujones entre las placas Africana y Euroasíatica buscando acomodo. Podían haber quedado en otro sitio a conocerse. Esos tres milímetros que la placa europea cede al año frente al empuje de la africana, fue, es y será la causa de los pasados, presentes y futuros terremotos y volcanes, fuegos, derrumbes y destrucción constructiva de otro equilibrio momentáneo y precario, como el que ahora visitamos y vivimos. Lo que hoy vemos son los restos de las chimeneas de los volcanes, de las emisiones de lavas, de los materiales que las erupciones sacaban del interior de la tierra. Hay muestras notables y conocidas como el Cabezón Negro de Calatrava o el volcán de Cancarix, en Albacete, que la geología no sabe de fronteras ni atiende lindes que dibujaron hace cuatro días o minutos esos bichos que, tan orgullosos, andamos a dos patas o a cuatro ruedas por todos sitios. Hace 10.000 años, aún había volcanes activos en la Garrocha, en Gerona. Por aquí hace un poco más, un millón de años, prácticamente ayer. La otra zona volcánica de las tres más importantes de la peninsula se encuentra en el Campo de Calatrava.
   El Pitón volcánico de Cancarix, cerca de Hellín en Albacete, fue declarado Monumento Natural, quedando protegido. Otros con menos suerte se han transformado en vertederos, cubiertos de basura, o de hermosisimas urbanizaciones. Algunas chimeneas volcánicas se han usado como canteras de minerales escasísimos en el mundo para cimentar autovías. Los más alejados de la civilización y el progreso siguen bien, gracias. Como Ricote.
    Estos episodios volcánicos que rompen la hucha del subsuelo derramando por la superficie los ahorros de eras completas,  en Almería, Murcia y Albacete fueron bastante peculiares, por ello son objeto de estudio en todo el mundo y, cosa curiosa, han permitido bautizar con nombres locales algunas piedras que afloraron desde una profundidad mucho mayor de lo normal, las rarísimas lamproítas, con nombres de prima hermana más que de piedra, tan cantarines como jumillita, fortunita, cancarita (Cancarix) y otras. No han dado aún con las calasparritas de donde el arroz bomba ni las socovitas de las fallas de Socovos, que no las de Valencia. Tampoco con los diamantes que, como en Sudáfrica, suelen estar asociados a estos afloramientos, aunque sí con los yesos y las sales, más abundantes. El 86% del mármol nacional se extrae de las provincias de Alicante, Murcia y Almería. Se explotaron minas de azufre, las yeserías de Hellín siguen activas como otros pequeños filones de minerales diversos, aunque lo que por Hellín y Agramón abunda y se extrae desde antiguo es el cieno de diatomeas, algas microscópicas que sedimentaron en el fondo de zonas lagunares. De ahí sale el blanco España, con perdón. En Rodalquilar (Almería), hasta hace poco, se encontraba oro —cuando yo fui no pude dar con él— y desde que se tiene noticia histórica, hierro, plomo, plata, alumbre, albayalde y otros minerales se han extraído de estos lugares del sureste español. Casi siempre por empresas foráneas.
   En esta zona geológica se pueden encontrar el 75% de todos los minerales conocidos por el hombre (y por la mujer), aunque sean conocidos por tan escasos hombres como mujeres. Por esa originalidad mineral también abundan esos nombres que hacen referencia a localidades del sureste, siempre en diminutivo, que debe ser que se encuentran siempre trozos minúsculos: Verita, almeriita, rodalquilarita, alunita, entre otros.
    La jarosita, del barranco del Jaroso, mineral conocido como almagra o piedra de alumbre, es bactericida, usada como desodorante o para los pequeños cortes del afeitado, para cosméticos y afeites desde los antiguos egipcios y romanos. Los egipcios la usaron como color para pintar de amarillo los muros del templo de Karnak y se ha encontrado en Marte, lo que ha alegrado a los científicos pues siempre aparece en afloramientos de aguas termales. Muy lejos de Marte, pero muy cerca de Ricote, cerrando el valle, se encuentra el balneario de Archena donde surgen a 52,5ºC sus aguas sulfurado-sulfatado-clorurado-sódico-cálcicas. Vamos, directamente de los infiernos.
Olivera gorda de Ricote
       El valle de Ricote es lo que se llama un paisaje cultural. Un paisaje morisco, que podría estar en el norte de África. Sin la acción del hombre a lo largo de miles de años sería de otra forma y no estaría lleno de recuerdos de  la ocupación árabe. No sólo la canalización y represa del agua, sino las aldeas, alquerías y poblaciones, los caminos, restos defensivos como el castillo de Ricote del siglo IX, cultivos e incluso algunos árboles son historia. Los municipios son los de Archena, Ojós, Villanueva del río Segura, Ulea y Ricote. También las costumbres y las palabras vienen de antiguo y mucho nos pueden enseñar. Palabras árabes hay más que aldeas, empezando por todas las que tienen relación con el agua y el riego: acequia, alberca, alcantarilla, aljibe, alfaguara, azud, atanor, azarbe, aljofaina, arcaduz, o la aceña, un molino para sacar agua. En otros campos, sin ser exhaustivos, almunia, aldea, alquería, arrabal, atalaya, alcázar, alcántara, azotea, albañil, alarife, tabique, azulejo, alfombra, albornoz, almohada, laúd, ajedrez, azar, taza, jarra, almirez, alfiler, babucha, almíbar, arrope, alfar, atalaya, adarga, tambor, azul, naranja, escarlata, arroz, alambique, aceite, azahar, alboroque y berenjenal. Hay cientos más. Llamar al valle de Ricote "Valle Morisco" no resulta una exageración. Menos si lo observáramos desde lo alto del Collado Mahoma.
   Raro resulta que se haya conservado ese toponímo, aunque sea encaramado a un cerro. Tal vez haya sido recuperado pues, de no haber sido nunca cambiado, la Inquisición, la Orden de Santiago y la España de esos siglos resultaría haber sido más tolerante e inteligente que la actual, tan amante de confundir la historia y la conciencia con el callejero. Otros lugares sí cambiaron su nombre al pasar a manos cristianas. Y no por motivos religiosos o políticos sino estéticos. Asnete pasó a llamarse Villanueva del río Segura y Negra pasó a llamarse Blanca, que ya es cambiar. Ni siquiera se quedaron en subsahariana, un término medio.
  Olivera gorda de Ricote
     Un árbol que uno no debe dejar de ver si se acerca por este valle, yendo de Ojós a Ricote, es la Olivera Gorda de Ricote. La hemos visitado varias veces y aquí aparecen tres acuarelas de este árbol hermoso y con leyenda. Según los valricotíes, que así dicen llamarse los habitantes del valle (y, como se afirma en La Corte del Faraón, "si en Tebas lo dicen, en Tebas lo deben de saber"), bajo sus ramas, (tal vez de otras por lo del río de Heráclito, aunque parece ser que en realidad lo dijo primero Cleantes, que en todas las épocas cuecen habas), fue coronado rey Ibn-Hud, caudillo musulmán de la Cora de Tudmir, en el año 1228, rebelado contra los almohades y que se hizo dueño de gran parte del territorio. También se cuenta que bajo su copa los moros se rindieron a las tropas del rey de Aragón Jaime I, en 1266. La verdad es que en el cartel explicativo a pie de árbol se dice que Jaime I era rey catalano-aragonés, explicación para turistas con tragaderas históricas, que no es el caso. Hablar de esa entelequia, y más en 1266, es simplemente tomar el pelo al indefenso turista y ofender a todos los demás.
    Merecedora de igual crédito que lo de la corona esa, como ella cuestión de fe, que se basta a sí misma, es la leyenda de cuando los habitantes de Ojós intentaron robarles a los de Ricote su San Sebastián. Llegados con el santo patrón a hombros a la Olivera Gorda, por influjo de ésta, el santo se volvió tan pesado que hubieron de parar allí mismo y devolverlo a su sitio, pues ni los bueyes podían hacerle pasar de allí. El aceite de este acebuche gigantesco fue donado a perpetuidad para alimentar la lamparilla del sagrario de la Iglesia de Ricote.
  Olivera gorda de Ricote
    De aquí eran los últimos moriscos que se expulsaron de España, merecedores de un decreto especial. De aquí procedía Ricote, el vecino de Sancho Panza, por el que derramó lágrimas alegres al encontrarlo y saber que regresaba a la aldea manchega.
   Esos moriscos y sus antepasados, según nos cuenta la leyenda y otro cartel, se reunían bajo el Pino del Solvente, en la orilla del Azud de Ojós, para acordar asuntos relacionados con la vida de la comunidad, seguramente turnos de riego, lindes y otras pendencias. A su alrededor hay unas piedras cuadradas donde uno puede sentarse a almorzar si lleva con qué.
   Aunque en un principio se salvaron de la expulsión general, la que mayoritariamente salió de España desde Denia, al final hubo un decreto especial para expulsar a estos moriscos del valle de Ricote, los últimos, estos por Cartagena. Ocupaban la comarca más arabizada de Murcia, como Blanca, donde eran prácticamente únicos pobladores. Algunos consiguieron evitarlo y bastantes regresaron a sus lugares. Govert Westerveld en su "Historia de Blanca (Valle de Ricote) Años 711-1700" dice que no fue una expulsión de los moriscos sino de los moriscos pobres. El 40% de las familias, las más adineradas, según los archivos parroquiales, permanecieron en Blanca. No sé si en otros lugares ocurrió igual.
Pino del Solvente
Azud de Ojós
   Llegamos hasta Archena, aunque renunciamos a los beneficios de sus aguas telúricas, que bien les vendrían a mis lomos y reúmas. En otra ocasión. Volvemos para atrás que si no llegamos tarde a Blanca para ver su museo dedicado a Pedro Cano, gran pintor y cuadernista. Disfrutamos mucho con la visita y al salir, a la vera del río, tomamos un café en un bar. El Segura pasa lento, sin ruido, con más agua de la que esperaba ver en su cauce y se está bien allí. Se me ocurre que no estaría mal ir a la otra orilla, sentarme en algún recodo solitario con una caña sobre el agua sin anzuelo ni hilo. Se suele respetar a los pescadores, es frecuente que no se acerque nadie a ellos y que, de hacerlo, guarden silencio para no espantar a los peces. Seguramente será una de las pocas situaciones en que alguien se haga merecedor de esos miramientos, tal vez porque se considere más respetable pescar que pensar.
   Un dibujo en cuaderno, a salto de mata y una acuarela posterior, en casa, a partir del dibujo y de una foto hecha en Blanca en el momento. El primero incluso tiene más información, aunque los trazos sean rápidos y poco cuidadosos. Es un boceto. Abajo, la acuarela, con un cielo más trabajado, los colores del atardecer mejor sugeridos, pinceladas más cuidadosas y meditadas, iguales arañazos con la uña para sacar brillos en el agua. Son amores distintos, pero no es mejor la acuarela que el boceto. A mi escaso juicio.