domingo, 25 de octubre de 2015

Paisajes de Alpera II


   Pues va otra remesa de las últimas acuarelas que sobre Alpera y su entorno he ido haciendo en las últimas semanas, aunque no he terminado, pues tengo que ir a ver algunos de estos parajes con traje de otoño. Y pintarlos, claro está, que veo que abuso mucho de verdes y colores turbios y tengo sin amortizar algunos pigmentos más luminosos. EL paseo hacia el molino de la Casa Gil anterior, por ejemplo.
   La siguiente es la casa de Ellis Jacobson, donde me refugié durante los días de estancia en Alpera para la exposición. Inevitable pintarla.
    De esta casona y de su entrada, muestro una segunda versión, muy similar a la anterior, aunque más definida. Creo que a veces conviene repetir ciertas cosas. Siempre se pierde algo y otras cosas se ganan. Y en todos los casos se aprende.
   El Pozo de la Nieve en Alpera, extraordinariamente conservado en su estructura, al que habría que dar un uso mientras se pueda evitar que se deteriore irreparablemente.

   Casa en la finca de Tobillos, una acuarela de tamaño grande, realizada por encargo,
    De hae unos días, cuando estaban realizando la vendimia, a máquina, cosa que no había visto nunca antes. El otoño y sus colores empiezan por estas cepas de Garnacha tintorera. El puntal de Meca y el Mugrón al fondo.
    Encinas centenarias de La Mejorada, hermosas y con buena salud, un al tema que siempre me apetece volver, el de los árboles, especialmente cuando son tan impresionantes. Con los pigmentos de Primatek, de Daniel Smith, se puede jugar mucho con las texturas, gracias a su granulación.

    Casas de La Laguna, muy cerca de Alpera. Acacias, paraísos y pinos. Con siena natural, tostada, azul cobalto, verde de jade y amatista.

lunes, 19 de octubre de 2015

Acuarelas de otoño


   Pues ya está aquí el otoño y nadie sabe cómo ha sido. Menos mal que, por ahora, las estaciones no dependen de la gestión de algunos mandamases que, entretenidos unos en pasar a la historia, otros en huir de la cárcel, y alguno de las dos cosas, seguro que se les pasaba lo de cambiar los colores del paisaje.
    La anterior acuarela, de Bienservida en la sierra de Albacete, nos hace sacar los cadmios y quinacridonas a relucir, rodeados de tonos neutros, entre los que no faltan los violáceos de amatista.
    En cuanto llega este tiempo toca cambiar las verdolagas y petunias por pensamientos, que la estación es propicia para pensar. Cada vez que voy a comprarlos me asombro de la variedad de colores y matices disponibles. Me gusta poner en los maceteros alguno de tamaño grande rodeado de un par de macetas de pequeños pensamientos, que no es buena época para las grandes ideas. Pienso, luego estorbo.
    Una vez puestos en el alféizar de la ventana —hermosa palabra—, ya no se hartan de posar hasta que llega el verano, aunque tienen la tendencia a darme la espalda y mirar hacia los vecinos de enfrente, que están donde sale el sol, por lo que hay que dar la vuelta a los maceteros de vez en cuando. Un día se me van a caer desde el cuarto piso y vamos a tener un disgusto. Algunas veces vienen a libar abejas, abejorros, incuso algúna mariposa colibrí, de esas que se están quietas en el aire, suspendido el cuerpo mientras baten las alas a punto de salirse de los engranajes. ¡Qué barbaridad! ¡Cuántos tocadores de charango quisieran tener mano de colibrí! Cuando alguno de estos visitantes se acerca a mi ventana, me suele pillar con la cámara dispuesta a hacerles un retrato de cuerpo entero, que la fotografía es antigua afición, especialmente la macrofotografía. Estas fotos son de la temporada pasada, con las petunias, que los pensamientos nuevos están aún en su más tierna infancia y todavía no se han desarrollado. Cuando me ponga a leer al lado de la ventana les iré resumiendo las lecturas. Cuando crezcan más, en tamaño y conocimiento, les iré acercando el libro para que lean ellos, que los pensamientos necesitan buenas lecturas.
   Estas acuarelas sí son de estos días, aunque a partir de las fotos de las flores del pasado año, que las de ahora aún son muy pequeñas.
   El otoño suele traer lluvias, tormentas, nubes y hermosos atardeceres, en la Mancha y en la playa. Las siguientes son acuarelas desde Altea, en la playa de La Roda, prácticamente desde el mismo sitio. Unas veces mirando hacia el sur, Benidorm, otras hacia el norte, Calpe. Se hace la segunda para alejar las gaviotas, que se ponen muy 'cansás'.

   Estos tres apuntes en cuaderno se van haciendo mientras se pone el sol, intentando recoger los cambios de luz y color en el cielo y en el peñón de Ifach, la evolución de las nubes y la disolución del paisaje en una bruma invitadora a tomarse uno algo y dejar de pintar. Para esto es buena al acuarela, por su rapidez.



   De día, con buen sol, tyodo brilla y no hay otoño en el levante. Una gozada los parajes de la costa desde Altea a Jávea, llegando al cabo de la Nao.
   Dos dibujos con pluma y pincel de agua en el regreso a Albacete por Valencia. Seguimos con las nubes propias de la estación.

domingo, 11 de octubre de 2015

Flores


   Entre paisaje y paisaje he ido pintando algunas flores. Las anteriores sobre mi mesa con la ventana al fondo con una pipa, tarro de miel, una orquídea y pinceles. Un flexo antiguo al fondo. El problema para mi de estos temas es la composición, algo siempre complicado. Una bandeja blanca, que una zona sin pintar siempre ayuda.
    La anterior acuarela es la última que he pintado, interpretando "Almendros en flor", óleo de Sorolla. Dentro de lo posible intentando buscar los colores y las mezclas, algo muy instructivo. De paso utilizo el viridiana, verde que no uso casi nunca. Las flores blancas se reservaron con líquido enmascarador, aunque luego se dieron unos toques con témpera blanca en algunos lugares. Con un rotulador blanco se perfilaron algunos detalles. Normalmente soy más purista, pero hoy no.


   Jugando con los colores. Un tema otoñal imaginario y dos acuarelas de pensamientos. Se recurre a los quinacridonas de Daniel Smith y a los cadmios de Rembrandt.

El siguiente trabajo, también sin modelo trataba de probar la forma en que Geoffrey Wynne hace las cerámicas y porcelanas blancas, con tres baños de amarillo, rojo y azul superpuestos en húmedo. Si se acierta con la proporción y el grado de humedad queda un gris azulado en el que se habrán dejado algunas zonas de luz. Luego se refuerzan las sombras. Algo más seco, con ultramar y cobalto en mi caso, se dibujan los adornos del cacharro. Cuando están casi secos del todo se insiste en algunos de esos trazos  que habrán quedado difuminados.
   En el anterior se jugaba con la trasparencia del cristal sugiriendo una cenefa tallada entre luces y reflejos. Después viene una serie de amapolas intentando conseguir que las capas aplicadas en húmedo y luego en seco, separen los pétalos y sugieran transparencias. La primera con acuarela líquida, forma de conseguir ese rojo tan intenso. En todas ellas se añaden los detalles blancos de los tallos con lápiz blanco o rotulador.